España es un indudable referente internacional en desalación, aunque no sea un país acostumbrado a vivir en alerta roja permanente durante extensos períodos del año.
Este es un momento único que tiene que hacer reflexionar a las personas, con niveles de precipitaciones muy por debajo de las habituales o, por el contrario, con lluvias torrenciales con consecuencias devastadoras y con unas temperaturas cada vez más extremas.
Los países están cambiando la fisonomía de sus paisajes a un ritmo acelerado y la desertificación de los suelos es una gran preocupación no solo para grupos ecologistas, sino también para sectores productivos esenciales como el de la agricultura, que dependen de que estos fenómenos de falta de lluvias y de calor extremo no empiecen a ser algo habitual.
El mar de plástico de Almería no debería ser la única alternativa para un sector primario que tiene que reinventarse continuamente como consecuencia del cambio climático porque no es una solución desde el punto de vista de la sostenibilidad y porque favorece a un tipo de explotación que excluye a los pequeños y medianos empresarios al requerir inversiones multimillonarias.
Estas grandes explotaciones aparentemente son las únicas capaces de mantener la rentabilidad necesaria y la interlocución con las grandes cadenas de alimentación. Así, los consumidores se ven abocados a pagar un precio cada vez más elevado por los alimentos, sin duda por una escasez de agua y condiciones climáticas cada vez más adversas.
En este sentido, se echa de menos escuchar a dirigentes políticos de todos los colores hablar de forma permanente acerca de la emergencia climática y de la adopción de políticas dentro de un pacto de Estado y es imperativo dejarse ya de paños calientes y empezar a llamar a las cosas por su nombre.
Las personas se enfrentan a una situación de emergencia en la que cada día cuenta y como tal hay que entender que no se puede seguir trabajando a los mismos ritmos a la hora de acometer nuevos proyectos de desalación.
El consenso es generalizado y la desalación de agua de mar es una de las mejores alternativas para que las poblaciones puedan seguir teniendo garantizado el acceso al agua. KEIKEN Engineering trabaja cada día junto a los equipos de ingeniería del sector para ofrecer la solución en pretratamiento más adecuada en cada caso.
Como ciudadanos, necesitan ver con datos puestos sobre la mesa, una estrategia clara en esta materia; con porcentajes de inversión sobre el PIB definidos y crecientes, que permitan vislumbrar un futuro sin problemas y sin conflictos por el acceso al agua.
Y la investigación para el desarrollo de nuevas tecnologías y nuevos productos, con sistemas de medios filtrantes cada vez más eficaces y de los que KEIKEN Engineering es un proveedor muy cualificado, está ayudando a conseguir que el agua potable procedente de agua de mar se produzca a unos costes cada vez más ajustados. El ahorro en la factura energética es clave y se puede confiar en que el sector se está moviendo todos a una en conseguir este propósito.
La actual crisis de los combustibles debería servir para evitar caer en los mismos errores en una más que probable futura crisis del agua. No se puede esperar a que sean las circunstancias las que decidan por las personas y hay que prepararse para hacer frente a esa falta de agua con plantas que resuelvan la situación país por país. Teniendo en cuenta su singularidad, sus condiciones climáticas, poblaciones o factores como la dependencia hídrica, aspectos a considerar para definir la mejor estrategia en cada caso.
El trabajo que desde Naciones Unidas se hace para conseguir alcanzar los Objetivos de Sostenibilidad (ODS) es importante, pero cada vez más expertos reconocen que no son alcanzables algunos de estos objetivos que se habían fijado para el año 2030.
De todos es sabido que prevenir es mejor que curar y el coste de esa prevención siempre será mucho menor que el que pueden acarrear las dependencias del agua, al igual que lo han representado las dependencias energéticas desde los años 70 del siglo pasado.
Que la riqueza o la pobreza no marque una brecha entre países dependientes y países autosuficientes, y que el agua no sea un bien con el que se comercie en el futuro, es el objetivo en el que se debería trabajar desde ya y sin perder un minuto.
Hay que evitar entre todos que vuelva a reproducirse el modelo de crisis energética también en el caso del agua. Será un fracaso de todos repetir el error y consentir que la sombra de posibles conflictos entre países por la falta de agua planee sobre las cabezas de las personas.