El propósito corporativo y la sostenibilidad son dos términos de gestión empresarial que están llenando páginas y páginas de literatura en medios económicos y aparecen en cientos de documentos internos y externos que las compañías publican cada trimestre, así como en sus memorias anuales.
Sorprendentemente, para algunos los términos “propósito” y “sostenibilidad” son sólo una nueva moda más, algo pasajero, el último invento de las consultoras para facturar más y de algunos directivos para hacer greenwashing. Quizás estos sean
los nuevos “negacionistas”, como aquellos que negaban que la Tierra era redonda, los que ahora no se ponen mascarilla anti Covid, o los que se han resistido hasta la extenuación a la transformación digital de sus empresas y modelos de negocio. Pero creo que cada vez van a ser menos. Es muy curioso comprobar cómo alrededor de estos dos conceptos de propósito y sostenibilidad se produce toda una movilización de adeptos y opositores, de creyentes (algunos hasta el fanatismo) y de escépticos, de idealistas y de cínicos. No dejan indiferente a nadie, y lo que para unos es el nuevo bálsamo empresarial con el que curar todas sus heridas para otros es sólo un supuesto crecepelo milagroso más.
Por eso me gusta citar frecuentemente a Larry Fink, el presidente de la mayor gestora de fondos de inversión del mundo, Blackrock. Alguien que no parece ser muy proclive a las modas baratas del management ni a los inventos del (mal) marketing. Este alto directivo de las finanzas mundiales que decide inversiones mil millonarias en cientos de empresas, escribía en las dos últimas ediciones de su ya tradicional carta a los CEO ́s que publica cada principio de año, que el propósito corporativo y la sostenibilidad son dos ejes estratégicos ineludibles para la creación de valor, no ya sólo para los accionistas (los shareholders), sino para todos los grupos de interés (los famosos stakeholders) de las empresas, incluyendo también a nuestro maltrecho planeta. Por ello exigía en su carta de principios de 2020 a los CEO ́s de sus empresas participadas que la Sostenibilidad se colocase en el centro de su estrategia de negocio como un motor de crecimiento a largo plazo y no tan sólo (que ya es mucho) como algo a incluir en las áreas de RSC. Una visión que coloca a la contribución de las empresas en la sociedad y al respeto por el medioambiente como parte principal de su actividad económica y de su legado.
De tal manera, que no me ha sorprendido nada conocer que hace unos días Blackrock ha decidido devolver los informes anuales remitidos por 250 de sus compañías participadas porque no está conforme con los indicadores de sostenibilidad de los mismos, que reflejan un bajo nivel de compromiso por parte de su alta dirección con ese área definida como estratégica para la gestora. En los antiguos términos escolares, cuando los alumnos podían suspender, podríamos decir que les han mandado a la recuperación la evaluación. Sin conocer los detalles de esos casos, me atrevo a aventurar que una buena parte estarán motivados por la aparente contradicción entre hacer el bien y el resultado económico a corto plazo.
Venimos de un modelo que ha incentivado con sus sistemas de valoración los resultados inmediatos en la cuenta de resultados, del año en curso o del propio trimestre. Estamos ahora ante un cambio de paradigma, un cambio profundo de los modelos de gestión empresarial. Es una buena noticia. Y lo es aún más que los grandes líderes del sistema financiero y de empresas de todos los sectores y ámbitos geográficos lo tengan claro, y esté presente en sus agendas y en sus objetivos. Es la nueva era del propósito corporativo y de la sostenibilidad como motores del crecimiento económico y social. Un nuevo capitalismo más humano y más sostenible.