Ha sido noticia en el Hipódromo de La Zarzuela: la Yeguada Centurión había debutado en las carreras de caballos.
Su página web es la única puerta que tiene abierta al público. En ellas se explica que su fundador, Leopoldo Fernández Pujals, agradecido por el éxito empresarial obtenido en España, quiso devolver al país parte de lo que le había dado «mejorando y promocionando el caballo de pura raza española». Fernández Pujals, empresario hispano-estadounidense natural de La Habana, es muy conocido por haber fundado la cadena Telepizza –por la que obtuvo 300 millones de euros– y por haber comprado Jazztel, después vendida a Orange por 500 millones.
«Meterme en algo para perder no va conmigo», declaró en 2014 en una entrevista concedida a ‘XL Semanal’. Esa frase quizás sirva para explicar su fulgurante irrupción del pasado domingo en el emblemático hipódromo madrileño. Su jockey, José Luis Martínez, y su yegua, ‘Reina Madre’, por la que pagó en subasta 350.000 euros en 2019, se impuso fácilmente en los 1.400 metros del Carlos Sobrino-Critérium de Potrancas, la carrera estelar de la temporada de otoño de Madrid para las hembras de dos años. Un triunfo premiado con 12.000 euros y con el protagonismo en los titulares y las fotos de turf de ese día.
Pero no todo ha sido un camino de rosas para Fernández Pujals en el mundo equino. También ha estado jalonado por errores, a ojos de los expertos. «Vendió Telepizza y apostó por el caballo español, pero al principio se equivocó porque prefirió cantidad a calidad. Podía haber comprado en ese momento las mejores yeguas de España», opina un profesional. «Luego ha rectificado y ha tenido muchos éxitos, sobre todo en concursos morfológicos», añade.
A esos animales los cría en San Pedro de las Dueñas, la finca de 1.000 hectáreas de pradera y monte que posee en el municipio segoviano de Lastras del Pozo, donde asisten a sus triunfos «con orgullo», según su alcaldesa, María Blanca Bravo. Ella conoce bien la finca porque su marido trabajó allí durante treinta años. «Estuvimos viviendo en ella 15 años cuando había vacas y luego otros dos cuando llegó este señor y puso caballos», cuenta Bravo, quien destaca además la simpatía de Fernández Pujals y de su mujer: «Son majísimos».
Las relaciones entre el Ayuntamiento y el empresario son fluidas a pesar de la magnitud de las instalaciones, 50.000 metros cuadrados de equipamientos hípicos con capacidad para 100 caballos estabulados –tal y como se indica en su página web– en los que no está permitida la entrada del público. Su picadero cubierto dispone de dos pistas de calentamiento y una central de 3.000 metros cuadrados, equipada con los mejores sistemas de iluminación y sonido, tres pantallas de proyección y una pequeña grada con aforo para un total de 200 personas.
«Quería hacer un espectáculo como el que hace la Escuela Española de Equitación en Jerez y contrató un montón de jinetes y se preparó el espectáculo, pero no tuvo éxito porque aquello está apartado. Hizo la campaña y al final se quedó en nada», recuerdan en el sector de la hípica. Tampoco se olvida que los dominios de Fernández Pujals en Segovia se extienden también a El Espinar, donde ya se encontró el camino allanado por los Sarasola una familia icónica dentro del caballo español.
La finca de Santa Ana, que así se llama, «es el lugar destinado para la iniciación de la doma de todos nuestros potros», destaca la Yeguada Centurión en su web. «Además en ella están aquellos ejemplares destinados a la venta». Las cifras de las transacciones no se detallan en el portal, pero solamente llevar a Estados Unidos a uno de estos animales ya costaba 10.000 dólares.
También decididó con acierto diversificar y empezó a criar halcones con destino al mercado árabe. «Aunque está criando un buen caballo, es lo que mejor le funciona»,, cuentan quienes siguen de cerca a Fernández Pujals, que además se deja acompañar en Segovia por Pedro Español, que ya fue directivo suyo en Telepizza y Jazztel. A este último no se le ve en el vídeo que se publicó en Twitter de la entrega de premios del domingo en el hipódromo. Sí al empresario hispano-estadounidense, al que seguro que debajo de su mascarilla se le dibujaba una sonrisa tras su enésimo ‘pelotazo’.