El negocio del hormigón está muy fragmentado. Hay algunas multinacionales grandes, cementeras (LafargeHolcim y CEMEX son las principales), que cuentan con el hormigón integrado en su actividad y que tienen presencia en España. Han estado paralizadas hasta hace dos o tres años. Por debajo existen hormigoneras que cuentan con un número de plantas considerable, algunas de ellas con canteras de áridos. Y en tercer lugar hay plantas de hormigón locales, gestionadas por familias. En total hay 1.500 plantas de hormigón en España. La mayoría de ellas son empresas pequeñas.
El ámbito de actuación de las plantas no puede ser de más de cincuenta kilómetros. Producen material fresco que hay que servir en el momento.
El sector se ha llevado un varapalo fuerte en los últimos años. “En 2008 se produjeron 100 millones de metros cúbicos de hormigón. De ahí se bajó primero a 85, luego a 15… En 2019 se produjeron 24 millones de metros cúbicos. Al mismo tiempo, el número de plantas se ha reducido muy poco desde la crisis anterior”, señala Carlos Peraita, director general de la Asociación Nacional de Fabricantes de Hormigón Preparado (Anefhop). Algunas empresas han desaparecido; hay plantas que se han agrupado; todas mantienen el mínimo de empleados imprescindible.
Muchas de las empresas pequeñas han sobrevivido porque las multinacionales cerraron sus filiales durante la crisis (últimamente están volviendo, aunque aún no al nivel de la pre-crisis). En la propia junta directiva de Anefhop antes tenían presencia las compañías grandes, pero ahora han pasado a tener protagonismo las medianas.
La innovación de este sector se desarrolla a través de la actividad. Ya sea por la necesidad de materiales especiales, aligerados, autonivelantes o de ultraresistencia, “cada proyecto es un reto”, sostiene Peraita.
El negocio tiene su propia certificación de calidad: el sello Hormigon Expert. Controla los criterios de calidad, seguridad y medio ambiente. “Se han hecho esfuerzos, pero nos falta un punto de desarrollo tecnológico. En este aspecto estamos a la cola”, admite Peraita.
La clave en el uso del hormigón son los aditivos. Añaden características especiales de durabilidad, fraguado o manejabilidad que antes no se tenían.
La construcción 3D es un terreno de innovación que planea alrededor del hormigón, pero “todavía estamos muy verdes”, afirma Peraita.
En cuanto a los autonivelantes, han avanzado hacia cambiar la forma de pavimento de las naves industriales. “Antes había fisuras; ahora las naves son sin cortes gracias a la aplicación del hormigón. Inditex tiene algunos edificios paradigmáticos en este sentido”, indica Peralta.
El Covid no ha impedido que la actividad hormigonera siguiera adelante: “Se daban las condiciones en todo momento. Las plantas tienen poco personal y no hay contacto entre ellas”, señala Carlos Peraita.
En las obras hay contacto y se usaban las mascarillas, como es lógico. Los contagios ha podido subir como consecuencia del aumento en el país, pero no parece que haya sido por la relación entre los trabajadores.
En cuanto a la producción, las expectativas iniciales eran muy negativas, pero, “tras el confinamiento, las obras arrancaron con mucha fuerza; en algunos casos, con más fuerza de lo normal”, asegura Peraita. La previsión de caída del negocio era de un 30%, y al final se ha quedado en un 15%. En algunas regiones, como Andalucía, Asturias o Castilla La Mancha, ha costado más arrancar.
Ahora, sin embargo, ha surgido otro problema: “Las obras que rearrancaron ya se están acabando, y nosotros vivimos de las obras. Las expectativas están muy difuminadas. No se sabe si la edificación va a arrancar. Las comunidades autónomas han contratado muy poco en este tiempo. Noviembre y diciembre están siendo duros”, afirma Peraita.
La llegada de la vacuna puede ayudar a que vuelvan los proyectos. En este punto, Peraita pide al Gobierno que apoye al sector de la construcción: “Ahora el turismo no puede empujar, pero nosotros sí. Podemos contribuir más a la subida del producto interior bruto”.
Peraita lamenta que la construcción esté mal vista, pero resalta que hay trabajo que hacer en el mantenimiento de infraestructuras, que hay infraestructuras que no se han ejecutado en diez años, que las amortizaciones están ya siendo superiores a la inversión y que están perdiendo valor, y que se puede evolucionar mucho en el terreno medioambiental.
Peraita solicita varias acciones que tienen bastante sentido común: que se aumente la colaboración público-privada y el aumento de la inversión privada en las obras; que se ejecute la licitación que se ha aprobado; que se empleen bien los fondos europeos en uno de sus fines, que es la construcción verde, que es buena para todos, y se impulse la sostenibilidad a todos los niveles; que se cumpla la Ley de Morosidad: “El régimen de sanciones se aprobó y esperamos que se ponga a funcionar pronto: que se cobre pronto para que se pueda pagar pronto”, dice Peraita.
Peraita es optimista. Cree que los Presupuestos van a recoger la inversión en construcción y que los fondos europeos van a reforzar la inversión verde. Al mismo tiempo advierte de los riesgos de los créditos ICO: “En marzo había una expectativa de impagados que no se ha cumplido». Quizá el panorama cambie cuando haya que devolver los créditos, y entonces puede haber problemas de impagos.
Las obras se están recuperando en España a distinto ritmo. “En Madrid, Cataluña o Levante va a haber inversión privada. En Castilla La Mancha no”, reconoce Peraita. Por eso pide inversión de obra pública.
Mientras todo esto ocurre, el hormigón está viviendo su propia transformación. Como ocurre en otros negocios, también tenía sus corruptelas. El real decreto 163/2019 pretende acabar con ellas y establecer una instrucción técnica de producción: “Cada planta de hormigón deberá tener un certificado que acredite el cumplimiento del real decreto. Antes un inspector tenía que visitar las plantas para comprobar si cumplían o no. Surgieron muchas plantas piratas que hacían mucho daño al sector. A partir de abril de 2021 deberán tener un certificado”, explica Peraita. Es un triunfo para los que trabajan legalmente, y también una garantía de calidad para todos. Los ensayos hasta ahora permitían que las plantas pudieran fabricar de un modo más barato primando la resistencia del material sobre la durabilidad, de modo que bajaba la calidad. A partir de ahora la calidad exigida será la misma para todos.