Nuria Oliver
Doctora por el MIT

El gran reto de la inteligencia artificial

No podremos abordar los inmensos retos a los que nos enfrentamos como especie sin la ayuda de la tecnología. Retos que incluyen la crisis climática; la escasez de recursos que, además, están desigualmente distribuidos con una polarización en la acumulación de riqueza; el envejecimiento de la población y la consecuente prevalencia de enfermedades crónicas; los movimientos migratorios; y, como no, las pandemias. Tecnología que, en muchos casos, todavía no hemos inventado y que, aunque no será la solución, será parte importante de dicha solución. Dentro del espectro de tecnologías relevantes, se encuentra la Inteligencia Artificial (IA), mi área de especialidad.

Desde hace 25 años, he centrado mi actividad investigadora en el modelado computacional del comportamiento humano utilizando técnicas de Inteligencia Artificial. He creado habitaciones, ropas, coches y móviles inteligentes a través de decenas de proyectos, muchos de los cuales han tenido impacto no solo científico, sino también social. He sido no solo testigo sino también partícipe activo del progreso tecnológico, de la presencia cada vez más relevante y ubicua de la tecnología en nuestras vidas y de la co-dependencia que hemos desarrollado con la misma.

Porque la presencia de la IA en nuestras vidas y su impacto económico son innegables. Cada día interactuamos con numerosos sistemas de IA, muchas veces sin ser conscientes de ello: cuando hacemos fotos con el móvil, el sistema que detecta caras es un sistema de IA; encontramos la información que buscamos en Internet gracias a la IA; si nos sorprende la relevancia de los anuncios que inevitablemente aparecen acompañando a dichas búsquedas, estos son seleccionados por algoritmos de IA; las recomendaciones de música, películas, libros, productos, noticias… de los numerosos servicios digitales que utilizamos cada día (ej., Amazon, Netflix, Spotify, Twitter…) vienen dadas por algoritmos de IA; si podemos hablarle a nuestros móviles (ej. Siri) o a nuestros altavoces inteligentes (ej. Alexa) y nos entienden, es gracias a la IA,  etc…

Mas allá de estos servicios digitales, vivimos en un momento histórico en el que decisiones con impacto tanto individual como colectivo que previamente eran tomadas por humanos –con frecuencia expertos—cada vez más son tomadas hoy en día por sistemas de Inteligencia Artificial, incluyendo decisiones relativas a la contratación de personas o selección de estudiantes, las sentencias judiciales, la concesión de créditos y préstamos, los seguros, tratamientos y diagnósticos médicos, o la compra-venta de acciones en bolsa.

Las decisiones algorítmicas basadas en datos tienen el potencial de mejorar nuestra toma de decisiones. De hecho, la historia ha demostrado que las decisiones humanas no son perfectas: están sujetas a conflictos de interés, a corrupción y a sesgos cognitivos, lo que ha resultado en procesos y resultados injustos y/o ineficientes. Por tanto, el interés hacia el uso de algoritmos puede interpretarse como el resultado de una demanda de mayor objetividad en la toma de decisiones. El potencial es inmenso.

Por ello, las grandes potencias mundiales –-tanto empresas como gobiernos—han comprendido que el liderazgo en la IA conllevará un liderazgo no solo a nivel económico sino también a nivel político y social. De hecho, en los últimos 4 años, los gobiernos de más de una veintena de países –incluyendo EE.UU., China, Canadá, Francia, Singapur, México, Suecia, India, Australia o Finlandia– han elaborado estrategias nacionales de IA. Los líderes mundiales en IA hoy en día son China y EE.UU.

Sabemos que el impacto de la IA no estará necesariamente distribuido de manera homogénea o justa en la sociedad como consecuencia de un conjunto de limitaciones y riesgos asociados a la misma. Por ello, es importante desarrollar estrategias de Inteligencia Artificial que permitan asegurarnos que su desarrollo e implantación tienen impacto social positivo: una Inteligencia Artificial por y para la sociedad[1].

Tales estrategias deberían incluir un claro plan de acción en seis dimensiones clave:

Tecnológica, para asegurar que investigamos, inventamos y desarrollamos tecnología puntera en IA, incluyendo la disponibilidad de las infraestructuras y los datos necesarios para hacerlo. En este sentido, es una gran noticia que ELLIS[2], la red de excelencia europea en Inteligencia Artificial, haya seleccionado la propuesta para la creación de una unidad ELLIS en Alicante. Esta unidad se llama «El instituto de Inteligencia Artificial centrada en la Humanidad»[3];

Legal/regulatoria, actualizando nuestro marco legal de manera que contemple el uso ubicuo de sistemas de IA, siempre centrados en las personas;

Ética, yendo más allá de la garantía de los derechos humanos fundamentales e incluyendo los principios FATEN[4]: la justicia/no-discriminación, la clara atribución de responsabilidad, la transparencia, la benevolencia (la sostenibilidad, la diversidad, veracidad, la prudencia) y la no malevolencia, entre otros;

Capital humano, invirtiendo en educación a todos los niveles: educación obligatoria; educación a profesionales –sobre todo aquellos cuyas profesiones se van a ver afectadas por la IA; educación a la ciudadanía y educación a la clase política y los miembros de la administración pública;

Social, incorporando la IA en las administraciones públicas para, por ejemplo, mejorar la eficiencia de los procesos internos, proporcionar un servicio personalizado y permanente a los ciudadanos y para optimizar la toma de decisiones basadas en la evidencia en ámbitos tan importantes como la salud, la energía, el transporte o el turismo.

Económica y laboral, asegurándose nuestra economía consiga crecer de manera sostenible e igualitaria gracias al desarrollo de la IA.

Solamente con una apuesta ambiciosa, holística, plurianual, consensuada por una mayoría política a través de un Pacto de Estado, avalada por la ciudadanía e impulsada por un organismo transversal, conseguiremos realizar el inmenso impacto positivo que la Inteligencia Artificial puede tener en la sociedad.

Podemos jugar un papel relevante en Europa, actuando como puente con Latinoamérica y con Africa. Para ello, deberíamos reforzar nuestra excelencia científica, invirtiendo significativamente en la formación, atracción y retención del talento –con especial énfasis en el talento femenino dada el escasísimo porcentaje de mujeres expertas en IA hoy en día– en la actualización de nuestro sistema educativo y nuestras administraciones públicas, así como en el fomento de la creatividad, el emprendimiento y la innovación en IA y áreas relacionadas con ella; elevaremos así no solo nuestro crecimiento empresarial y económico, sino sobre todonuestra calidad de vida y la de nuestro planeta.

Desde ELLIS, trabajamos para realizar esta visión, pero, obviamente, necesitamos un compromiso ambicioso al más alto nivel. Espero y deseo que no dejemos escapar esta oportunidad. Está en nuestras manos.

[1] https://www.ontsi.red.es/sites/ontsi/files/2020-06/InteligenciaArtificialNuriaOliver.pdf

2 https://ellis.eu

3 https://ellisalicante.org

4 http://www.nuriaoliver.com/papers/Oliver_FATEN.pdf