La primera regla para salir de una crisis es entender qué te llevó a ella. Y en el caso de la que nos ocupa, es tremendamente fácil perder la perspectiva. Muchos creen que la crisis que vivimos se debe a un virus descontrolado, a una carambola de la genética, a algo de lo que nadie tiene la culpa, sobre lo que no tenemos ninguna responsabilidad.
Es mentira. Por mucho que nos pueda parecer que la responsabilidad de la pandemia no nos corresponde, la realidad es que su causa está en el abuso de los ecosistemas, de determinados métodos de producción y de explotación animal que eliminan las barreras entre especies, y que la única manera de prevenir futuras pandemias es protegiendo de manera eficaz la naturaleza. Si no lo entendemos, estaremos simplemente esperando a que llegue la siguiente.
La segunda norma es no pensar que, tras la pandemia, volveremos a la normalidad anterior. Si lo crees así, no saldrás vivo de ella. Tras la pandemia, nos tocará reconstruir una economía completamente distinta. La forma de trabajar será completamente distinta: podremos trabajar desde nuestras casas reduciendo atascos y desplazamientos absurdos, y todo, absolutamente todo lo que hagamos, tendrá que estar orientado a la sostenibilidad. Todo va a ser verde. Si eres directivo, emprendedor o político, prepárate: solo aquello que esté claramente orientado a una reconstrucción sostenible tendrá posibilidades de salir adelante. En muy poco tiempo, vamos a decir adios a la era del petróleo y los combustibles fósiles, a cambiar el mapa energético, y a cambiar nuestra manera de vivir y de viajar. Si no lo entiendes, mejor retírate y reduce el daño que puedes hacer al planeta. La industria patria, el turismo, tendrá que cambiar hasta que, como decía aquel famoso político, «no la reconozca ni la madre que la parió». O eso, o resignarse a desaparecer ante territorios que sí lo entiendan.
Lo bueno de una recuperación verde es que es susceptible de generar mucha, muchísima riqueza. Son muchas las cosas que hay que hacer, y requieren abundante inversión y mano de obra, pero en su gran mayoría, son mucho más rentables que lo que había. La forma más barata y más lógica de producir energía ya no es quemando combustibles fósiles, sino mediante tecnologías renovables como el sol, el viento y el agua, entre otras. La mejor manera de movernos no es pisando el acelerador de un motor de explosión, sino con un motor eléctrico. Desmontar la economía falsa y subvencionada que nos llevó a emitir la barbaridad de dióxido de carbono que emitimos en las últimas décadas va a necesitar muchos recursos, y eso generará una economía completamente distinta, mucho más constructiva, pero también más rentable.
En el país más poderoso del planeta, los Estados Unidos, acaban de elegir un nuevo presidente: en lugar de un idiota inculto y negacionista de la emergencia climática que parecía cualquier cosa menos un presidente, tendremos a una persona dispuesta a destinar 1.7 billones de dólares a convertir su economía en sostenible. Si no lo entiendes, si crees que es algún tipo de pose o si tienes dudas sobre la importancia de algo así, lo mejor que puedes hacer es apartarte de cualquier puesto de responsabilidad o de toma de decisiones, porque tu destino será el mismo que el de Donald Trump: un perdedor patético y ridiculizado con posibilidades de acabar en la cárcel – y con razón.
Prepara tu arsenal: tras la pandemia, llega la recuperación verde. Vamos a tener que replantear todas nuestras actividades, y a hacerlo, además, marginando a quienes no estén dispuestos a hacerlo. Y todo ello, en un tiempo récord. Cambios en nuestras ciudades, en nuestros hábitos, en nuestro consumo, en nuestras actividades, en las nuevas startups que surjan, en la política… en todo.
Quienes no lo entiendan, a quienes todo esto les parezca una exageración… que vayan pensando en retirarse. Las víctimas de esta pandemia no van a ser solo los pobres inocentes alcanzados por los efectos de la infección del virus. Serán también los que, sin saberlo o sin querer enterarse, la provocaron. Tras la crisis, toca prepararse para lo que viene.