Nuria Chinchilla
Profesora del IESE

Tiempo de liderazgo femenino

“Mirar el mundo con ojos de Mujer” fue el lema de las ONGs en la IV Conferencia Internacional sobre la Mujer en Beijing 1995, para hacer evidente que al mundo económico, político y social, le faltaba la visión femenina. Y sí. Había que abrir el ojo femenino, durante tantos años cerrado a espacios de poder, para enfocar con mayor nitidez los problemas que vivíamos y su solución. Lo que hemos comprobado a lo largo de estos años, es que ese avance no debe comportar la masculinización de las mujeres, mimetizando al varón, porque entonces no se consigue lo que se pretendía: construir un mundo mejor con la participación corresponsable de ambos.

«Si el siglo XXI funciona será porque la mujer tendrá una participación cada vez mayor en la organización de la sociedad, (…) porque la mujer es el núcleo de la familia, y ésta, la base de la sociedad». Palabras proféticas, también en 1995, de Juan Antonio Pérez López, exdirector general del Iese, anticipando la importancia del liderazgo femenino: empático, horizontal, innovador, cooperativo e inclusivo. Porque, si bien la empresa fue pensada por hombres y para hombres del siglo anterior, parece que ahora ya estamos en el Kairós de las mujeres.

Dada la necesidad de humanizar la empresa y de construir una sociedad más sostenible, si forman parte de los órganos de gobierno, no solo en número, sino especialmente en calidad y por méritos, las mujeres pueden aportar mucho. La tendencia hoy es al igualitarismo, y por ello a imponer cuotas, pero lo que importa es conseguir la igualdad de oportunidades partiendo de las diferencias. Mejor, pues, hablemos de equidad, superando la visión que contempla al hombre y a la mujer luchando por el poder hacia una igualdad utópica. De hecho, en el año 2002 solo había un 2% de mujeres en los Consejos de Administración del Ibex. Hoy tenemos un 30% como evolución natural, sin forzar la marcha con un sistema de cuotas obligatorias-sancionadoras con posible efecto boomerang.

Desde la Cátedra Carmina Roca y Rafael Pich-Aguilera Mujer y Liderazgo del Iese, medimos y seguimos el espectacular avance de la mujer en nuestra sociedad, aunque también observamos los diferentes techos de cristal y de cemento con los que se topa para subir la escalera jerárquica y llegar al comité ejecutivo.

Los techos de cristal son los que se imponen desde el exterior. Vienen marcados por horarios y estilos de dirección rígidos que dificultan la compatibilización entre el trabajo y la familia (el mayor obstáculo para el avance del talento femenino), así como por ciertos estereotipos derivados de un sesgo inconsciente que llevan a juzgar los comportamientos según un perfil masculino en momentos cruciales como son la selección, la evaluación, la remuneración, la formación o la promoción.

Los techos de cemento son los que se autoimpone la propia mujer. Son todas aquellas barreras internas que tienen que ver con la falta de confianza, el perfeccionismo o el miedo al fracaso, y que se reflejan en el llamado síndrome del impostor, cuando la mujer cree que no merece el puesto que le han dado. La idea masculinizada del éxito, basada en el poder, el dinero y los resultados visibles y cuantificables (éxito externo), debe dar paso a una concepción más amplia y femenina del mismo: la felicidad humana y el bienestar interior (éxito interno).

La meta debería ser reconocer esos techos y eliminarlos, a fin de no perder talento por cualquiera de estas causas, y esto se puede hacer a través del empowerment(empoderando a la mujer, dándole opciones para que siga adelante) o con el in-powerment(empoderándola desde dentro, desarrollando sus competencias de autoliderazgo), tal y como hacemos en el Programa online “Mujer y Liderazgo” con un éxito del 95%.

La pandemia ha dado un vuelco a la antigua forma de trabajar, afectando especialmente a la mujer que puede acogerse al teletrabajo, y que ya se enfrentaba a la doble jornada (oficina y hogar), con 20% más fatiga mental y 16% más estrés que los hombres. El entorno COVID (Catastrófico, Oscuro, Virulento, Incierto y Destructivo) requiere un liderazgo COVID (Colaborativo, Optimista, Virtuoso, Inclusivo y Dedicado). Es tiempo de liderazgo femenino.