Una biopsia basta para que la tecnología de Fastbase permita comprobar si va a hacer efecto en un paciente un tratamiento de inmunoterapia, una técnica que, cuando funciona, cura a un 15% de enfermos de cáncer de pulmón y hasta a un 50% de colorectal aunque se encuentren en un estado de la enfermedad muy avanzado. La inmunoterapia se descubrió hace veinte años y desde hace ocho está instalada en la práctica clínica como un modo prometedor de destruir el cáncer mediante el estímulo del sistema inmunitario del paciente.
La inmunoterapia es un tratamiento que persigue potenciar el sistema inmunitario para que éste destruya el tumor. Desgraciadamente, los tumores tienen un mecanismo para hacerse invisibles al sistema inmunitario. Lo hacen a través de unas proteínas en su superficie, las PD-L1. Cuando este mecanismo de evasión del tumor funciona, los tumores hacen que los linfocitos o células blancas que se les acercan para destruirlos se queden pegadas a ellos a través de sus receptores: las proteínas PD-1. Cuando esto ocurre, las proteínas de la superficie tumoral (PD-L1) y del linfocito (PD-1) quedan unidas, y de este modo el cáncer engaña al sistema inmunitario y queda inutilizado.
La técnica inventada por Fastbase permite ver cómo es la interacción de las proteínas PD-1 y PD-L1 en una biopsia. Esto es muy importante, porque la gran mayoría de los tratamientos de inmunoterapia están orientados a inhibir esa interacción. Consiguen que el linfocito se despegue del tumor, coja carrerilla y lo ataque. “Con nuestra tecnología se puede observar de forma directa si el mecanismo de engaño del tumor al sistema inmunitario (la interacción PD-1/PD-L1) esta activa en un paciente determinado. No hay ninguna técnica que lo haga hoy en día y, de esta manera, podemos ver de forma directa si va a funcionar el tratamiento de inmunoterapia. Si dicha interacción no está activa, no tiene sentido darle un tratamiento que persiga desactivar algo que, de hecho, no está sucediendo”, explica Fernando Aguirre, consejero delegado de Fastbase Solutions.
Su tecnología lo ve con más exactitud que la competencia. Su resolución espacial es de 10 nanómetros (millonésima parte del metro), cuatro veces más preciso que el de su rival más cercano. Esto es clave para ver nítidamente la interacción de las proteínas y permite a la tecnología de Fastbase ser útil para la práctica clínica.
Detectar rápidamente si el paciente es apto para la inmunoterapia es muy importante. Si no lo es, hay que saberlo cuanto antes para no perder tiempo y aplicarle otro tratamiento. La inmunoterapia es además mucho más cara que alternativas como la quimioterapia. Descartándola se evita gastar dinero inútil si no es necesaria.
Este gran avance ha surgido en una compañía pequeña, con capacidad limitada para venderlo a hospitales de todo el mundo. Su objetivo es licenciar el ensayo a farmacéuticas que puedan hacerlo y que estén interesadas en la inmunoterapia. Hay muchas. Ya están trabajando con una de nivel medio y con una muy grande. Esperan que el mercado se consolide en cuatro o cinco años, vender la primera licencia en el año 2023 ó 2024, contar así con dinero para reinvertir y crecer de forma orgánica y superar ampliamente una facturación de 12 millones de euros en los años 2027-2028. “La duda es si, tras vender la primera licencia en 2023-2024, necesitaremos otra ronda de capital o no”, señala Aguirre. Al ser propiedad intelectual, los márgenes del negocio son muy altos.
La idea del negocio surgió de un grupo de científicos ingleses de mucho prestigio y muchos años de trabajo en la biología del cáncer. Algunos estaban y otros siguen estando en el instituto Francis Crick de Londres, una de las referencias mundiales en el estudio del cáncer y la biotecnología. Una de las personas del grupo de Peter Parker, Banafshe Larijani, líder científico del proyecto de Fastbase, acudió a Bilbao con una beca que el programa Ikerbasque otorga a investigadores de renombre. Allí se dio cuenta de que era mucho más fácil crear una empresa en el País Vasco que hacerlo en el Reino Unido. Había muchas más ayudas. Aprovecharon la presencia en el programa de esta científica de origen iraní, nacionalidad francesa y adopción inglesa para crear la compañía. Incorporaron un grupo de científicos, a dos inversores de prestigio en el mundo de la biotecnología (Antonio Parente y José María García, que habían creado Lipotec, adquirida posteriormente por una firma del inversor multimillonario Warren Buffett) y después llegó Fernando Aguirre.
El dinero inicial del proyecto surgió de los socios fundadores y ayudas conseguidas de entidades como el CDTI (Centro para el Desarrollo Técnico Industrial), la Diputación de Bizkaia y el Gobierno Vasco, que apoya con fuerza este tipo de iniciativas científicas. Hasta el momento han levantado 1,1 millones de euros. El siguiente salto, la validación clínica y las pruebas con un número alto de pacientes, esperan sufragarlo con 600.000 euros a través de Capital Cell, plataforma de inversores centrada en el mundo de la salud. Por lo que se refiere a Fernando Aguirre, ha aterrizado en la compañía después de un fructífero recorrido tecnológico por compañías de prestigio. Empezó en HP y trabajó durante mucho tiempo en Ericsson, donde llegó a ser responsable global de Internet of Things (el Internet de las cosas, antes conexión de máquina a máquina). Tras este periplo, creó junto con otro socio Hasten Ventures, una plataforma con la que apoyan y a veces invierten en proyectos científicos interesantes. En Fastbase invirtieron. Por eso Aguirre es el consejero delegado, dedica a la firma el 100% de su tiempo y saldrán de ella cuando hayan cumplido sus objetivos, si los cumplen.
La tecnología de Fastbase se ha centrado en el cáncer y la inmunoterapia por resolver un problema concreto y ser un mercado claro, pero puede aplicarse también a la evaluación de enfermedades infecciosas y raras. El proyecto ha sido muy bien acogido por la comunidad científica. Así lo demuestra la reciente aprobación de la publicación de un artículo académico sobre su técnica en la revista científica Cancer Research de la Asociación Americana para la Investigación del Cáncer (AACR), una de las más importantes del sector.
La sede central de la empresa está en el parque tecnológico de Zamudio, en Vizcaya. La idea es ir abriendo oficinas comerciales en Reino Unido y quizá en Estados Unidos. De momento la compañía está compuesta por nueve empleados, entre los que hay científicos, especialistas en datos informáticos y en desarrollo de negocio.