La dinámica de poder entre música y tecnología en el 2022

Por Silvano Rosas

A finales del siglo XIX, Thomas Alva Edison inventó una máquina de grabación de sonido con formato de papel de aluminio. Alexander Graham Bell llevó la idea un paso más allá, inventó un formato de cera y lo patentó. La fabricación de gramófonos no se aceleró debido a la resistencia de los taquígrafos, que estaban acostumbrados a grabar la palabra hablada mediante el uso de taquigrafía. El cambio de juego para la gran tecnología en ese momento, llegó en 1890 con los cilindros de entretenimiento de níquel, inventados por Louis Glass y William S. Arnold en San Francisco.

Emile Berliner, quien inventó el micrófono y también fundador de la Deutshe Grammophon, creó el disco de vinilo y la capacidad de crear copias masivas de una grabación a un costo relativamente bajo. Más tarde, Berliner fundó Victor Talking Machine Company (en 1930 comprada y presentada como RCA Victor), y a petición suya, los derechos en Estados Unidos del sello discográfico británico His Master’s Voice fueron utilizados para promover las ventas de esta máquina parlante.

Mientras que el negocio de la música grabada seguía estando en pleno auge, la Corte Suprema en Estados Unidos se negaba a reconocer los derechos de los compositores y editores en su fallo sobre White-Smith Music Publishing en 1908. No fue hasta la aparición de la ley del copyright en 1909, casi treinta años después de realizada la primera grabación de sonido y con miles de soportes y dispositivos vendidos, que el Congreso americano reconocía los derechos de los creadores de música.

En noviembre de 2001, Apple, lanzaba el primer iPod ofreciendo a una comunidad especializada de usuarios de Mac una forma de llevar su música a todas partes sin compensación para los propietarios de los derechos. Un año estuvo el dispositivo funcionando fuera del sistema operativo de esta compañía. Después aparecía iTunes, y luego vendría el iPhone. Apple ya tenía así al mundo musical en la palma de su mano.

Durante mucho tiempo, la música ha sido el líder de pérdidas constantes para las nuevas tecnologías. El momento histórico con Apple al comienzo del milenio es quizás el ejemplo más famoso de la historia reciente. Habiendo sido el envoltorio favorito de las plataformas de piratería en línea, el negocio de la música ha salido tan golpeado, que parece renunciar más o menos a su valor de cambio del soporte vital.

No podemos pretender que esta relación complicada, a menudo combativa, sea cosa del pasado. Aún hoy, cada vez que una nueva plataforma de redes sociales toma al mundo por asalto, gran parte de su contenido viral se basa en la música, que se utiliza sin autorización ni compensación. Y, cuando la eventual cascada de acuerdos de licencia se firma a regañadientes, se los aclama como avances muy reñidos en lugar de la práctica estándar que deberían ser.

Incluso aquellas plataformas que ahora se consideran socios con licencia completa de la industria de la música encuentran innumerables formas de descontar su oferta y, por lo tanto, socavar el valor final de su producto, que, no olvidemos, es la música.

Por supuesto, todas estas plataformas, desde Spotify, hasta YouTube y TikTok, deben desarrollar una escala antes de que puedan generar ingresos. A veces, el descuento puede considerarse una estrategia inteligente y necesaria para lograrlo, ya sea a través de planes familiares, ofertas para estudiantes o precios bajos en mercados emergentes.

Si el valor de la música va a verse disminuido por una plataforma tecnológica, debe ser como una inversión con miras a establecer una base de clientes más amplia y mayores ingresos para los titulares de derechos a largo plazo. El objetivo final no puede servir a la empresa de tecnología de forma aislada, sin ningún beneficio para el ecosistema musical.

En noviembre de 2021, Apple, cuyos intereses se encuentran en la tecnología móvil y portátil, así como en el contenido, presentó un nuevo plan bautizado como «Music Voice», limitado a los dispositivos activados por voz. Por la mitad del precio del plan premium de Apple Music, los consumidores hacen ciertos sacrificios, como interfaz de usuario despojada, sin soporte de plataforma de terceros, sin videos musicales y audio sin pérdidas, audio espacial o letras.

La voz es el futuro de la interfaz hombre-máquina. El streaming es la principal fuente de ingresos para los propietarios de derechos de autor. El negocio de la música acaba de acordar reducir a la mitad esos ingresos en lo que respecta a Apple en el futuro. Seguramente otros seguirán.

Por el bien de la industria, este procedimiento debería garantizar que todos los participantes del ecosistema musical tengan posibilidad de un crecimiento saludable por la transmisión interactiva de una manera justa y equilibrada. Música y tecnología, un combate que tiene ya muchos asaltos disputados, y el hematoma parece estar siempre en el rostro de un mismo contrincante.