La poeta Montserrat Cano publica su nuevo libro; ‘Ventanas’

Por Remitido

Diez ventanas por las que observar el mundo, el paso del tiempo y los sentimientos. Diez telescopios, o microscopios, que permiten discernir lo que concierne al ser humano. Esta visión cristalina se estructura como un paseo por las diferentes habitaciones o recorridos que la vida compone a su paso, siempre imprevisible, pero también cotidiana, porque es bien sabido que los temas que abarcan nuestra existencia son universales y siempre los mismos: amor, muerte, naturaleza y trascendencia. 

“Ventanas” es la mirada que la escritora Montserrat Cano ha plasmado en su nuevo poemario, editado por Cuadernos del Laberinto, en donde los versos abrazan temas que bien podrían definirse como un espejismo o ejercicio de la creación: Tengo pocas certezas explicables / porque toda interpretación es un pretexto.

“Ventanas” refleja la forma en que Montse Cano interpreta, con sus versos, la realidad en la que estamos inmersos; descifrando y buscando el verdadero significado de la esencia humana. Su mirada es piadosa, siempre próxima al que sufre, y la depuración estilística de sus versos es clara y limpia; para poner de manifiesto la importancia de los detalles, la grandiosidad de la vida frente al gran monstruo del cosmos, inmenso y misterioso:

¿Qué le importa al universo el devenir de nuestros días?

¿Acaso al tiempo le preocupa la huella de su paso?

Un volumen brillante, que retumba en la memoria y que estalla con su belleza, con la realidad significativa que brinda en sus palabras y con esa visión personal y universal, garantía de la autenticidad de esta poeta:

Una mujer del norte dice amor

y una mujer del sur entiende

el estremecimiento y la entrega.

Una mujer del oeste dice hijo

y una mujer del este comprende el dolor y la esperanza.

Su poemario está compuesto por diez ventanas, a través de la cuales vemos su forma de ver el mundo. La vida, el amor o la injusticia parecen algunos de los temas que más se repiten en sus poemas. ¿Son los asuntos que más le preocupan?

Creo que siempre que escribimos tratamos, consciente o inconscientemente, de los asuntos que nos interesan, y esos tres son universales, lo han sido siempre. La injusticia es, desde luego, un tema que me preocupa mucho, sobre todo porque el concepto de justicia parece haber perdido importancia para ser sustituido por el de legalidad o, peor aún, por una impunidad a la que no sabemos cómo enfrentarnos. En cuanto al amor, es difícil no sentirse impulsado a hablar de un sentimiento tan fuerte. Y respecto a la vida, es lo único que realmente poseemos, de manera que supongo que es natural que nos preocupe cómo aprovecharla, qué hacer con nuestro tiempo en el mundo, de que modo podemos contribuir mínimamente a que la nuestra y la de los demás sea lo más grata posible. 

El poeta Enrique Gracia se asoma, con usted, a estas ventanas y ha prologado este libro. Dice que se quedó estupefacto al leer su poemario y se confiesa sorprendido por la riqueza del lenguaje, la cercanía del discurso, la brillantez de imágenes y recursos. ¿Qué le parecen sus palabras?

Son las palabras de un gran y generoso amigo. Nos conocemos hace mucho y él sabe que mi relación con la poesía ha sido difícil porque, a pesar de que es el género que me ha dado más satisfacciones, yo sigo viéndome a mí misma como narradora mucho más que como poetisa. Enrique es una persona muy sincera y, por lo tanto, si dice eso del libro es porque lo piensa así. Yo no soy capaz de juzgar mi propia obra. Solo puedo decir que me esfuerzo por expresarme de la mejor manera dentro de mis posibilidades. Los lectores son los que tienen que opinar, si quieren hacerlo.

 “Ventanas” desprende un sentido existencialista de la vida. Da la impresión de que conceptos como la nada o el vacío sobrevuelan sus poemas.

El libro es un conjunto de obras escritas en diferentes épocas y nunca los había leído todos al mismo tiempo. Cuando tuve que hacer la primera revisión me sorprendí al darme cuenta de que la palabra “nada” aparecía muchas veces y “vacío” también algunas. Supongo que sí, que siempre he entendido la vida desde una perspectiva existencialista pero, sinceramente, nunca lo había percibido de una forma tan clara como cuando leí el libro entero. Esa puede ser también una de las funciones de la escritura, revelarnos a nosotros mismos, mostrarnos lo que somos.

“Ventanas” se cierra con un poema titulado “¿Yo?” que describe, de una forma bellísima el paso del tiempo, ¿se trata de un autorretrato?

 El poema forma parte de una antología publicada por Cuadernos del Laberinto que se titula “Autorretratos Poéticos”, de manera que sí, es un autorretrato. Lo que ocurre es que, como también insinúo en el texto, es muy difícil decir toda la verdad cuando se habla de una misma, incluso aunque se pretenda ser completamente sincera. Para mí lo más importante de la escritura es precisamente que se trata de un intento constante que reconozco abocado al fracaso: sé que nunca voy a ser capaz de decir la verdad completa, no voy a poder expresar lo inexpresable —que es lo más importante—, no voy a encontrar la fórmula para decir exactamente lo que siento o he sentido. Pero la aventura, el empeño, la emoción son lo más valioso.

Mírame, Ulises.

Mírame y encontrarás —otra vez— la confusión y el miedo.

Mírame y me hallarás mirando

cómo en otras ventanas transcurre la existencia:

Una mujer plancha la ropa,

juegan dos niños,

un vendedor callejero grita frutas baratas,

traen aroma de verano las sábanas tendidas

y una campana extraviada bordea el tiempo

y desnuda la nostalgia.

Es tan grande la gloria de intentar aprehender

la textura de ese instante de abundancia y coraje

como inmenso el dolor de ver apenas y apenas ser mirado.

Huella, recuerdo, nada.

¿Qué dios cruel sembró la tristeza

en el surco más profundo del ser?

¿Qué demonio nos muestra la alegría

y nos niega después el gozo perdurable?

Te miro, Ulises, y solo veo el viaje.

Y en alguna estación, de tanto en tanto,

el esplendor de un minuto de amor

o de emoción ante el rostro verdadero de la vida.

La vida,

que si tuviese rostro —y entonces sí nos salvaríamos—,

tendría la faz de la Belleza.

***

¡Era tan fácil hablar de amor

cuando amor era solo una palabra!

Recuerdo haber sido una mujer que recordaba

la calidez de un gorrión entre las manos

y el hálito de un ocaso murmurando en mi costa.

Imagino haber sido una mujer que imaginaba

el temblor de un pétalo en los labios

y el rayo incesante de la piel arrasada.

Hasta que alguien —el destino, tal vez Dios, quizá un hada—

bautizó con tu nombre mi espera y dispersó mi voz

como el otoño derrama el oro de las acacias

en las calles sin luz.

Hoy no puedo hablar de amor

porque no encuentro más palabra que tú

para conjugar el verbo ser.

***

Diré castaño ventana rosal

noche piel bosque manantial palacio

azul ocaso acantilado trigo.

Pero, ¿con qué palabras nombraré

la indecible belleza de las cosas?

Llamar fugaz a la quiebra del viento

en la sombra de las alas de un pájaro

señala la hondura de mi pérdida,

como es signo del dolor más estéril

descubrir aquel sereno extinguirse

las hojas de los tilos en la hierba.

Signo, señal, vestigio, casi nada…

Diré pasión escalofrío nube

asfalto fuego espalda sexo obra

y advertiré, como otras muchas veces,

que ni la plenitud ni la belleza

se inventaron para ser expresadas

con la lengua mezquina del humano.