Las bodegas y viñedos esperan con los brazos abiertos a los visitantes con la promesa de un turismo rural no masificado, cargado de espacios abiertos, sabores y aromas, una oferta que esperan que les permita salvar el 2021 y que sea el comienzo de la recuperación tras los meses más duros de pandemia de la covid.
2020 fue un año difícil para el sector, ya que las restricciones de movilidad entre regiones, los cierres de alojamientos rurales y los brotes de coronavirus obligaron a muchas rutas del vino y sus establecimientos a permanecer cerradas e interrumpir sus actividades presenciales, en las que se basaba su oferta, lo que les llevó a tener pérdidas.