Científicos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) han ideado un sistema de medición del bienestar animal que permite realizar comparaciones fiables entre distintos tipos de explotaciones porcinas, según publican en la revista ‘Proceedings of the Royal Society B’. Esto significa que, por primera vez, el bienestar animal puede considerarse adecuadamente junto con otras repercusiones de la cría para ayudar a determinar qué sistemas de cría son los mejores.
Según los investigadores, esto es vital para mejorar el bienestar animal en la producción ganadera, en un momento en que la demanda de carne está aumentando en todo el mundo y la forma de criar animales está cambiando, con preocupaciones sobre el bienestar de los sistemas intensivos y de interior.
Las evaluaciones del bienestar animal también permitirían a los consumidores estar mejor informados a la hora de elegir qué comer.
Gran Bretaña cuenta con varios sistemas de etiquetado de productos cárnicos para garantizar a los consumidores que se cumplen determinadas normas. El equipo utilizó su nuevo sistema para comprobar cómo se comparan las distintas etiquetas en términos de bienestar animal.
Las granjas que producen carne de cerdo con la etiqueta «bosque» obtuvieron la mejor puntuación en bienestar porcino, seguidas de las «ecológicas», las de cría al aire libre, las certificadas por la RSPCA, las Red Tractor y, por último, las que no tienen certificación.
«Hemos demostrado que es posible evaluar de forma fiable el bienestar animal en las granjas. Esto significa que las decisiones sobre qué tipos de granjas son mejores o peores para el bienestar animal pueden basarse en cálculos adecuados, en lugar de en suposiciones, como ocurre actualmente», afirma la doctora Harriet Bartlett, primera autora del estudio, que realizó este trabajo mientras era investigadora en el Departamento de Medicina Veterinaria de la Universidad de Cambridge.
«Ahora el bienestar animal puede incluirse en las evaluaciones generales de la sostenibilidad de las explotaciones junto con otras medidas como las emisiones de carbono y el impacto en la biodiversidad, para que podamos tomar decisiones mejor informadas sobre cómo elegimos cultivar y qué elegimos comer», añade Bartlett.
Hasta ahora ha sido difícil establecer una medida global del bienestar animal debido al desacuerdo sobre qué factores son los más importantes. Por ejemplo, ¿es más importante un problema de salud que un problema de comportamiento? ¿Qué nivel de bienestar es suficiente?
El nuevo sistema evalúa la calidad de vida de un animal a través de un amplio conjunto de medidas de bienestar, que reflejan una serie de preocupaciones sobre el bienestar. Los resultados pueden integrarse en una única puntuación para permitir la comparación entre explotaciones.
De este modo, aseguran que se podrán estudiar las compensaciones entre el bienestar animal y otras cuestiones que preocupan a los consumidores, como el impacto de la ganadería en el medio ambiente.
En la evaluación de los cerdos se analizaron desde problemas de salud como tos, estornudos y cojera, hasta la forma en que interactuaban: mordiéndose las orejas o la cola, o relacionándose con su entorno, por ejemplo.
Se probaron varios métodos de puntuación (dando más o menos importancia a los distintos aspectos del bienestar animal) en 74 sistemas de cría de cerdos del Reino Unido. El equipo se sorprendió al comprobar que todos los métodos arrojaban los mismos resultados generales en cuanto a las explotaciones y tipos de explotaciones con mejores y peores resultados.
«A pesar del debate en curso sobre cómo medir el bienestar animal, hemos descubierto que podemos identificar qué tipos de granjas deberíamos fomentar y cuáles no con una coherencia razonable», afirma el profesor Andrew Balmford, del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge, que participó en el estudio.
Las nuevas mediciones del bienestar combinan la calidad de vida con la duración de la misma, y las puntuaciones pueden obtenerse «por unidad» de producción. Las puntuaciones de bienestar también permiten agrupar varias explotaciones, por ejemplo cuando los animales se crían en granjas distintas en etapas de crecimiento diferentes.
«Este trabajo abre posibilidades para una mayor implantación de las puntuaciones de evaluación del bienestar en el etiquetado de los alimentos, incluso en otras especies, además de los cerdos. Hasta ahora, los métodos disponibles lo hacían impracticable», asegura el profesor James Wood, del Departamento de Medicina Veterinaria de la Universidad de Cambridge, que participó en el estudio.
La técnica del ‘Análisis del Ciclo de Vida’ se utiliza ampliamente para cuantificar el impacto ambiental, como las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso del suelo, en todas las fases de la producción de animales de granja. Pero hasta ahora no existía una forma de medir el bienestar animal que permitiera hacer comparaciones válidas entre distintos sistemas de cría, por lo que las evaluaciones del ciclo de vida no lo incluían y, en consecuencia, a veces se pasaban por alto los problemas de bienestar.
La producción de alimentos es responsable de más de una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Hacer más sostenibles los sistemas agrarios, frente a la creciente demanda mundial de carne, es un reto importante para los agricultores y el gobierno.
La carne de cerdo etiquetada procede de granjas que proporcionan al menos una cubierta arbórea parcial a los cerdos, y «ecológica» proporciona acceso al exterior a los animales. La etiqueta «RSPCA assured» se centra en el bienestar, mientras que «Free range» no es una garantía formal, pero suele referirse a sistemas de cría totalmente al aire libre.
La mayoría de las explotaciones porcinas del Reino Unido producen carne de cerdo con la etiqueta «Red Tractor», que tiene unos costes de producción más bajos, lo que se traduce en un precio más bajo para los consumidores.