El que fue premio Nobel de química en el año 2000, Paul Crutzen, denominó el momento histórico que vivimos, la Era del Antropoceno. Una era que empezó con la Revolución Industrial y que ha estado caracterizada por el impacto negativo del ser humano en el planeta.
La revista Nature reveló en un estudio que la masa de todos los materiales fabricados por el ser humano hasta 2020, superó por primera vez en la historia toda la biomasa del planeta. Solo la masa de plásticos que hay en el planeta duplica la masa de todos los animales vivos terrestres y acuáticos. El proceso actual de extraer, hacer, usar y tirar (Take-Make-Use and Loose) es insostenible, además está acumulando una cantidad de residuos tóxicos que nuestro planeta ya no es capaz de seguir absorbiendo y digiriendo.
Confiamos en la tecnología, sus avances van a seguir creciendo de manera exponencial y van a solucionar gran parte de los daños y abusos que hemos infringido al planeta, pero este plan, el tecnológico, tiene que ser el plan B. Tenemos que actuar con las herramientas que tenemos disponibles.
El sistema económico extractivo-degenerativo es finito, hay que cambiar de paradigma e ir a un modelo de economía circular-regenerativa que pueda sincronizarse con los ciclos naturales del planeta, y que sea capaz de generar impactos positivos (más allá de la sostenibilidad) a medio y largo plazo, para devolver el equilibrio ecológico al planeta.
El modelo finito que utilizamos actualmente, fue introducido en los años treinta del pasado siglo. El Gobierno de los Estados Unidos le pidió a Simon Kuznets (profesor de las universidades de Warthon, Johns Hopkins y Harvard), una metodología para medir el valor de su economía. Fue el nacimiento del “Producto Interior Bruto (PIB)”. Este modelo, que por defecto plantea el crecimiento continuo e infinito de las naciones, sabemos que es insostenible a largo plazo, simplemente por los límites físicos que tiene el planeta.
En 2009 un grupo de científicos liderados por Johan Rockström definieron los nueve límites o fronteras planetarias que luego adoptó la ONU como marco de referencia. Estas fronteras, de ser sobrepasadas, generan inestabilidad a la vida en el planeta. Ya hemos sobrepasado tres de ellas (Biodiversidad, Ciclo del nitrógeno y Clima).
Kate Raworth (del Instituto para el cambio climático de la Universidad Oxford) propone un nuevo modelo económico denominado “Donut”, como el famoso bollo (en su libro “Daughnut Economics”). Este modelo asume las limitaciones físicas de la Tierra (Fronteras Planetarias) y los objetivos a los que tenemos que llegar, para erradicar el hambre y la pobreza del planeta (ya planteados en modelos anteriores).
Pero en este nuevo modelo que se plantea ¿cómo podemos garantizar el buen uso y/o limitar la explotación desmedida de los recursos del planeta?
Existen antecedentes: En el año 2016 el río Atrato en Colombia fue considerado por las autoridades del país cómo un sujeto de pleno derecho. Las autoridades le confirieron este derecho para que, como persona jurídica, se pudiese defender de todas las industrias petroleras y del cobre, que lo estaban contaminando convirtiéndolo en un vertedero de manera prácticamente irreversible. Los seres humanos, como custodios del planeta, vamos a tener que comenzar un tipo de contabilidad basada en una economía planetaria.
¿El planeta, y por tanto el resto de seres vivos con el que lo compartimos, se puede convertir en los nuevos Stakeholders a los que tendremos que justificar nuestra gestión? Parece complejo, pero sin embargo se antoja imprescindible buscar un nuevo sistema que garantice el mantenimiento de la vida en el planeta como actualmente la conocemos.
Los nuevos modelos económicos plantean nuevos criterios de valoración largoplacistas y más holísticos, más allá de los utilizados con la perspectiva clásica, cortoplacista y más racionalista/científica.
Este nuevo diseño incorporará nuevos parámetros antes no contemplados y que enriquecen y compensan a los creadores de valor real que hasta ahora han sido excluidos. Podremos, por ejemplo, medir la creación de valor y los impactos positivos de los agricultores que cuidan la tierra con técnicas como la permacultura, que fomentan y cuidan la diversidad y riqueza del planeta de manera mucho más saludable para todos. Se crearán nuevos mercados de compensación de la regeneración y del impacto positivo, que harían rentable y sostenible económicamente a largo plazo la agricultura no intensiva.
Es una tarea complicada, confiemos en nuestra creatividad y en nuestra imaginación para llegar a estos ambiciosos objetivos. Proyectos como ChatGPT (Inteligencia Artificial), nos demuestran que, a pesar de nuestra arrogancia, todavía estamos muy lejos de llegar a vislumbrar los límites de nuestra propia imaginación.
Como decía Ida Tarbell, escritora y periodista de principios del siglo XX: “La imaginación es la única clave para el futuro, sin la imaginación no hay futuro, pero con imaginación todas las cosas son posibles”.