El barroco es uno de los estilos artísticos más reconocidos de la historia del arte, aunque en sus inicios fue despreciado por muchos de sus coetáneos. Desde su nacimiento en el siglo XVI, grandes genios de muchos países utilizaron sus habilidades y saberes para crear algunas de las obras de artes más impresionantes. En el campo de la arquitectura, desde el español Alberto Churriguera hasta el italiano Francesco Borromini, pasando por el francés Louis Le Vau o el alemán Balthasar Neumann, siguen provocando hoy el asombro de quienes admiran su obra.
El influjo de los autores de aquella lejana época todavía persiste. Y, de hecho, no es difícil observar edificios con detalles, más o menos evidentes, de su influencia, tanto en grandes ciudades como en los más pequeños pueblos.
Un ejemplo moderno y muy ecológico de la adaptación de este estilo a los tiempos actuales, lo encontramos en la ciudad de Ludwigsburg, muy cerca de Stuttgart. Cerca del castillo barroco, y con la firme intención de evitar que desentone con el entorno, el estudio de arquitectura alemán Von M, diseñó este edificio que hoy alberga el Hotel Bergamo.
Otra de las particularidades del entorno es que, durante mucho tiempo, ha sido un área degradada en términos de desarrollo urbano. Por eso, además de su función hotelera, este edificio ha querido ser una herramienta más para favorecer la revitalización y mejora del entorno.
“La nueva estructura se integra con el desarrollo histórico circundante y hace referencia a las alturas de los edificios existentes y su escala. Un concepto de fachada que es conciso en términos de materialidad y estructura, que se basa en los edificios históricos, pero que sigue siendo lo suficientemente independiente como para diferenciarse de los edificios del centro comercial adyacente, hace del hotel un edificio que da identidad a la ciudad”, afirman en su web.
La base y la escalera del edificio están hechas de hormigón, pero el protagonismo se lo llevan otros materiales, como la madera de la zona utilizada para construir los diferentes módulos, escogida para hacer que el edificio sea más sostenible.
Estos módulos fueron equipados con las adiciones necesarias tales como ventanas, revestimientos de piso y baldosas en una línea de montaje de la nave de producción. Luego fueron transportados a Ludwigsburg e instalados en el sitio en solo cinco días. De esta forma, se compensa el exceso de carbono emitido por el uso del hormigón, creando un edificio neutral en carbono. Algo a lo que también contribuye el hecho de que toda la energía que consume es de procedencia verde.
“La concepción del hotel se basa en el enfoque de desarrollar un edificio sostenible y orientado al futuro en términos de organización, construcción y materiales. La mayor reducción posible de las emisiones de CO2 tanto en construcción como en operación juega un papel fundamental”, señalan.
Dentro del edificio, las superficies de hormigón se han dejado expuestas y las tablas de madera contralaminada sin pintar. Las 55 habitaciones del hotel están decoradas en colores neutros, con cortinas beige y blancas transparentes y alfombras grises. Los parapetos rebajados de las ventanas se han cubierto con telas táctiles para que funcionen como asientos y miradores para observar la ciudad.