Desde que el Covid obligó a cerrar los comercios en marzo de 2020, las ayudas públicas han tenido un efecto desigual, más bien negativo, para los pequeños empresarios. Una conversación con Celia Ferrero, vicepresidenta de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), sirve para hacerse una idea del calvario que está suponiendo esta situación para muchos de ellos. Está muy al día de lo que ocurre con sus asociados.
La prestación extraordinaria que se proporcionó en la primera ola, la más fuerte, tardó en arrancar, pero puede decirse que fue un éxito: “Llegó en el momento adecuado, y se beneficiaron de ella 1,5 millones de autónomos (la mitad de los que hay en España). Entre ellos estaban los que se vieron obligados a cerrar porque no estaban dentro de los servicios esenciales y los que sí lo estaban pero habían visto descender un 75% su facturación; por ejemplo, negocios relacionados con la alimentación”, explica Ferrero. Aun así, el proceso fue lento, con inseguridad jurídica y un patente retraso en digitalización por parte de la administración española. A pesar de ello, Ferrero afirma que el diseño del sistema no era malo.
Las medidas que se pusieron en marcha en España no fueron distintas de las iniciadas en otros países: suspensiones temporales de empleo (ERTE) en las que el Estado asumía parte de los salarios y ayudas a los autónomos en todos los países de Europa con mayor generosidad que en el nuestro.
El barómetro de autónomos elaborado en diciembre por ATA reflejaba que en 2020 perderían 60.000 millones de euros. “Casi un millón de autónomos habrá perdido una media de 30.000 euros de facturación el año pasado”, afirma Ferrero. Para mitigarlas, han recibido 9.000 millones de euros de la administración central y regional. “Significa que han obtenido 14 euros de ayudas públicas por cada 100 euros que han perdido, frente al 70% y el 75% de sus ingresos que han recibido del Estado los autónomos en Reino Unido y Alemania, respectivamente”, indica la vicepresidenta de ATA.
Esta comparación refleja la diferencia de sensibilidad entre países. También hay que decir que, al menos, es la primera vez que el Gobierno toma alguna medida para ayudar a los autónomos, además del plan de pago a proveedores.
Si el plan para la primera ola fue un éxito con matices, el segundo acumuló muchas exclusiones. “En el verano se pensaba que ya se había superado todo. En plena ola y con restricciones, sólo se beneficiaron de las ayudas 150.000 autónomos”, indica Ferrero.
En la tercera oleada de ayudas, que abarcaban hasta el 31 de enero, siguieron las exclusiones. Los que no habían solicitado la prestación extraordinaria en la primera ola porque no la necesitaban, entraban dentro de los servicios esenciales, no habían perdido el 75% de sus ingresos o estaban con un permiso de maternidad o paternidad, tampoco podían hacerlo en ese momento.
“En la Administración sigue habiendo la sensación de que las ayudas se solicitan sin necesitarlas y se excluyen a los que realmente las requieren”, indica Celia Ferrero.
¿Hay un problema de poco interés en los autónomos? “Lo que hay es un desconocimiento total de la realidad empresarial. Un ejemplo es lo que ocurrió cuando se recuperó la prestación extraordinaria. Surgió una normativa regional y municipal para establecer la prestación o la recogida de servicios a domicilio. Esta circunstancia ya excluía la prestación extraordinaria, al no ha- ber suspensión total de la actividad, ¿pero cómo pueden pensar que un servicio a domicilio se puede crear en un día si hay que reorganizar los paquetes, los repartidores o formalizar un acuerdo con Glovo? ¿De verdad lo creen?”, se pregunta Ferrero.
Por ese motivo no piensa que haya mala voluntad, pero sí mucho desconocimiento acerca de cómo funciona el tejido empresarial. “Luego lo reconocen, y entonces les decimos que nos hagan caso desde el principio y así podrán corregir antes los problemas”, afirma Ferrero. Altivez, falta de humildad, unos autónomos que no les gustan tanto como las grandes empresas, con las que tie- nen más relación… Este colectivo tiene sin duda trabajo por hacer para estar más en la mente de los gobernantes.
Por lo que se refiere a los préstamos ICO, Ferrero afirma que han sido esenciales y están volviendo a serlo. “No es lo mismo aguantar dos meses, que era el tiempo que se pensaba que iba a durar esta situación, que llevar casi un año”, argumenta Ferrero.
Las ayudas directas han sido insuficientes, y los autónomos tratan de mantener unos negocios que no sólo han de garantizarles su pensión en el mañana, sino que son su patrimonio. “¿Qué solvencia van a tener si se les quitan las ayudas? Y entonces se endeudan. En este país se nos da muy bien endeudarnos: el Estado, las empresas, las familias, los autónomos…». Todo ese proceso lastra la economía y la recuperación, y nos hace más dependientes del Estado. “Los ICO tienen muy buenas condiciones, y ampliar su periodo de carencia ha sido muy positivo, pero no hay que olvidar que hay que devolverlos, y muchas pymes van a tener problemas para desapalancarse”, indica Ferrero. En su opinión, tendrían que haber sido una medida puntual, pero no son la única salida.
Sobre los fondos europeos, la vicepresidenta de ATA admite que no se sabe cómo se va a condicionar el reparto: “Es probable que se necesiten intermediarios, que podrían ser las grandes empresas, y que se ejecuten las grandes ayudas con una selección que no sea la natural”.
De cara al futuro, Ferrero solicita como medida más urgente para los autónomos suspender ya la subida de cuota prevista para 2021 (posteriormente a la entrevista se aprobó esta medida): “Por muy pequeña que sea, no tiene sentido aplicar una subida que se planeó en 2018, cuando nuestro PIB crecía un 3%, ahora, que hemos caído un 11%”. Además, vería necesario que se dijera cuándo se van a prorrogar las ayudas previstas para el verano: “La gente tiene que planificarse. La prórroga de los ERTES se anunció con dos o tres días de antelación. Siempre se aguanta hasta el último minuto. En enero hay que pagar impuestos, realizar resúmenes anuales…”. Como se ve, queda mucho por mejorar en la atención de los autónomos. Son una pieza clave en la creación de empleo, pero cada vez tienen más difícil cumplir con su tarea.