Los fondos soberanos viven una época muy complicada. Hoy en día hay 94 fondos soberanos en el mundo. En total, gestionan 8,4 billones de dólares. Los fondos soberanos gestionan activos por un valor mayor que la industria de los hedge funds y de private equity juntas. En los últimos 12 años, desde la anterior crisis global, los fondos no han dejado de tomar posiciones cada vez más arriesgadas, cada vez más profesionales, cada vez más influyentes.
Los fondos soberanos son fondos de inversión de largo plazo controlados directa o indirectamente por el gobierno de los países. Desde familias reales hasta los gobiernos de turno con muy diversos grados de calidad democrática (de Turquía a Nueva Zelanda, pasando por Nigeria o Panamá), los fondos cumplen dos grandes misiones: servir de colchón financiero en momentos de estrés macroeconómico (ya sea fiscal o monetario) y de instrumento de legitimidad de largo plazo (diversificación económica, gestión de recursos naturales, ahorro intergeneracional, influencia geopolítica, etc.)
El 60% de la riqueza gestionada por fondos soberanos se nutre de la venta de hidrocarburos. La situación es extremadamente delicada para estos países que se enfrentan a una crisis doble: la crisis sanitaria con sus shocks gemelos de oferta y demanda y la crisis de petróleo que sacude su principal fuente de recursos. Oriente Medio es el polo de riqueza soberana más importante del mundo—concentra 15 fondos con activos bajo gestión por encima de los 3 billones de dólares—y depende del oro negro. Solo Catar, el emirato más rico del mundo, es capaz de cuadrar sus cuentas con precios del barril por debajo de 40 dólares. Con el barril de Brent tocando los 50 dólares a mediados de diciembre y una incertidumbre importante de cara al 2021, estas economías están abocadas a una transformación de la que no escaparán sus fondos soberanos, cada vez más orientados a la economía doméstica y como palancas de desarrollo de nuevos sectores. Ojalá tengan éxito.
Pero existe otro 40% de la riqueza soberana (casi 3,5 billones de dólares), gestionada principalmente por países del Este y Sudeste Asiático (China, Singapur, Corea del Sur) junto a Australia y Nueva Zelanda, que no tiene vinculación con el petróleo. Este grupo de países sufre en casa el impacto económico del covid-19, además de verse afectado por la caída del turismo, las cadenas de valor y el comercio globales.
Los fondos están reaccionando, y algunos de ellos han llegado con los deberes hechos a la crisis, con tasas de liquidez en sus carteras en máximos. En media, los fondos distribuyen así sus activos: 28% en renta fija o activos líquidos, un 47% en renta variable cotizada y el 25% restante en activos alternativos no cotizados. En los últimos cinco años la renta variable ha descendido en favor de los activos alternativos, mientras la renta fija permanecía estable.
¿Cómo responden los fondos soberanos a la crisis del covid-19?
La respuesta de los fondos soberanos se podría clasificar en tres estrategias: mitigación, adaptación y oportunidad (un lenguaje que resultará familiar a aquellos habituados a la sostenibilidad). En el primer apartado—mitigación—, aquellas inversiones y acciones dedicadas a amortiguar el impacto económico de la pandemia, podemos encontrar un bloque de fondos (Irlanda, Colombia, Perú, Nigeria, Irán o Alaska) que ha contribuido directamente con recursos a la creación de mecanismos de ayuda directa a empresas domésticas (de cualquier tamaño) afectadas por el virus. Además, fondos de países como Singapur, EAU o Malasia tienen en sus balances participaciones significativas en las aerolíneas nacionales y están acudiendo a su rescate en forma de préstamos, capital o garantías.
Otros fondos están buscando adaptarse. En este apartado destacan las numerosas inversiones de los fondos soberanos en biotecnología. El 42% de las inversiones de fondos soberanos en el primer semestre de 2020 en venture capital se ha dedicado a este subsector. Esta tendencia de inversión en biotecnología no es nueva: el 20% de sus inversiones en startups entre 2014 y 2019 ya estaba dirigida a este importante subsector, que se está demostrando crucial hoy.
De hecho, en plena carrera por lograr una vacuna eficaz y segura, no nos sorprendemos al descubrir que los fondos soberanos (Catar, Emiratos, Singapur) están detrás del capital que ayudó a crecer a Moderna, BioNTech o CureVac, empresas hoy muy familiares para el gran público. Además, RDIF, el activo fondo soberano ruso, ha liderado directamente el consorcio de investigación que ha dado lugar a Sputnik V, la vacuna rusa. Al margen de la polémica que rodea aún a ésta última, es muy probable que los países que apoyaron a las empresas de biotecnología mencionadas consigan un acceso privilegiado a algunas de estas vacunas. Ventajas de contar con fondos soberanos estratégicos.
Parte de la adaptación puede pasar por la inversión en sectores que puedan verse impulsados en esta nueva normalidad. Así, los fondos se han posicionado en empresas que proveen de infraestructura de información digital (Cellnex es un ejemplo claro, con participación de ADIA y GIC), que suponen soluciones al teletrabajo (Slack está participada por Temasek) o que soportan el consumo electrónico (como Logicor, adquirida por el chino CIC o Prologis, en alianza con NBIM, el fondo noruego). Otros están invirtiendo en la biotecnología del futuro (más allá del Covid-19), y en tratamientos y soluciones para el envejecimiento de las sociedades o el crecimiento de las clases medias en otras partes del mundo. La adaptación en el medio plazo hacia formas más eficientes de movilidad, de vida urbana y de energía también reciben la atención de los fondos.
Por último, la oportunidad. En marzo, con los mercados cotizados en mínimos y algunas industrias, muy importantes y tradicionalmente estables, severamente dañadas, la entrada de los fondos soberanos era cuestión de tiempo. En la anterior crisis económica, los fondos invirtieron cerca de 50.000 millones de dólares en el sector financiero occidental. El rescate de Barclays, Citigroup, UBS, Merrill Lynch o Morgan Stanley llevaba el sello, entre otros, de Abu Dabi, China, Singapur o Catar.
Entonces fue el sector financiero el principal dañado: en bolsa y en libros. Hoy la pandemia lastra las actividades de contacto: restauración, hoteles, viajes, entretenimiento, que sufren las consecuencias de la distancia social y el riesgo de contagio. Empresas como Cirque du Soleil han cerrado tras años de exitosas giras mundiales e innovación, y otras muchas han visto desplomarse sus valoraciones.
La oportunidad ha sido mejor representada por el Public Investment Fund (el renovado y agresivo fondo soberano saudí), que ha invertido cientos de millones en empresas como Carnival (la empresa líder mundial de cruceros) o Live Nation (una empresa cotizada de conciertos que en 2019 canalizó 98 millones de entradas con ingresos de 11.500 millones de dólares). Además, PIF entró en el capital de cinco de las empresas más importantes de petróleo del mundo (con el riesgo inherente al sector hidrocarburos en el corto y largo plazo). En un contexto muy complicado en su economía doméstica, no ha querido dejar pasar la oportunidad de conseguir cuotas de visibilidad y posicionamiento. Ha sido posible, entre otras cosas, porque PIF ejecutó dos operaciones que le dotaron de casi 100.000 millones de dólares de liquidez: la salida a bolsa de Aramco y la venta de su participación en SABIC.
Este canal de oportunidad, sin embargo, se resiente por la necesidad de mitigar y adaptarse. La crisis doméstica de los grandes productores de petróleo ha hecho que no veamos las cifras, de momento, que sí vimos en los meses de la crisis financiera global hace doce años. Es un momento clave para los fondos de largo plazo.
En total, las tres estrategias (mitigación, adaptación y oportunidad) han supuesto desembolsos superiores a los 70.000 millones de dólares desde marzo. Más allá de la visión habitual de los fondos soberanos como helicópteros globales de liquidez, aquellos que han sabido dotarse de una gobernanza fuerte y reglas claras han servido y servirán como un muy necesario instrumento que amortigua el impacto de las crisis, ayuda a adaptar la economía y explora las oportunidades de futuro. Ojalá estas lecciones de ahorro y responsabilidad se consoliden y logren mejorar la vida de tantas personas.
* Una versión anterior de este texto apareció en IE Insights y Análisis Financiero.