William Henry Gates III es el paradigma del visionario emprendedor capaz de detectar una necesidad en el mercado y colocar a su empresa en el ojo del huracán en cada momento. Ha tomado decisiones erróneas en algunos momentos pero casi siempre ha acabado saliendo victorioso en la adversidad. Especialmente por su reconocida habilidad para tomar las decisiones más expeditivas en momentos críticos incluso cuando el producto final no cumple con las expectativas.
Fue en 1968, cuando Bill Gates cursaba estudios en Lakeside, Seattle, que tuvo ocasión de tomar contacto por primera vez con un ordenador y, lo que es más importante, entabló amistad con un tal Paul Allen, con quien a la postre acabaría creando Microsoft. Unos años más tarde, en 1975, cuando estudiaba en Harvard tenía tan claro las posibilidades del nuevo negocio de la Informática que decide fundar la empresa de software Microsoft. El nombre jugaba con la combinación del término microordenador y software. Al poco tiempo, las posibilidades de negocio eran tales que Gates abandona definitivamente la universidad para trasladarse a Albuquerque, sede de la ya exitosa compañía de electrónica MITS con la que enseguida pactó la cesión del 50% del lenguaje de programación Basic, esencial para el mejor funcionamiento de los emergentes equipos informáticos.
En 1980, Gates convence a IBM para que deseche la opción del sistema operativo CP/M y se decida por comprarle una versión adaptada del QDOS que Microsoft bautizó como MS-DOS. Tras comprar a precio de saldo la versión 86DOS del programador Tim Paterson, consigue reservarse los derechos de la licencia del nuevo sistema operativo. Para ello, jugó la baza de la obsesión de los directivos de IBM por vender máquinas sin valorar el emergente activo del software. Unos años después, Gates puso sus miras en un entorno más amigable tras una visita a las instalaciones de Apple. Sería el germen de la gama de sistemas operativos Windows. Curiosamente en ese entonces había firmado con la compañía de Cupertino un acuerdo para mejorar varias de las aplicaciones ofimáticas del sistema Macintosh.
Ejemplo del buen talante del que siempre ha hecho gala el fundador de Microsoft es que siempre tuvo buenas palabras incluso para la competencia. Como las que pronunció tras el fallecimiento de Jobs: «Steve y yo nos conocimos hace casi 30 años, hemos sido colegas, competidores y amigos a lo largo de más de la mitad de nuestras vidas. En el mundo rara vez se ve a alguien que tenga un impacto tan profundo como el que Steve ha tenido y cuyos efectos se dejarán sentir durante muchas generaciones que están por venir», reconoció Gates.