Tras un segundo trimestre en el que la mayor parte de las economías mundiales experimentaron la caída de actividad más abrupta desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el tercer trimestre se caracterizó por el inicio de la recuperación. Bien es cierto que se trata de una recuperación desigual y con diferencias importantes entre países, como ya lo fue la fase de recesión debida al confinamiento. En ambos casos, la evolución de la economía viene muy determinada por la de la pandemia.
Durante el verano asistimos a rebrotes y segundas oleadas de contagio en muchos países, pero con una intensidad muy desigual. Afortunadamente se observa que estas segundas oleadas están acompañadas por un aumento muy significativo de las pruebas realizadas que permiten detectar más casos asintomáticos, de mejores tratamientos, y de niveles de hospitalizaciones y números de fallecidos que están muy por debajo de los registros alcanzados durante la primera oleada en primavera. Aunque todavía hay mucha incertidumbre al respecto, sobre todo por lo que pueda pasar en invierno, resulta poco probable que las principales economías mundiales vuelvan a situaciones de confinamiento generalizado y paralización de buena parte de su estructura productiva. Todo parece indicar que las medidas selectivas, localizadas y específicas para algunas actividades y zonas, serán suficientes en los próximos meses.
En este contexto, se observan tres estrategias con resultados diferentes tanto en el ámbito sanitario como en el económico. La primera, seguida principalmente por China y otros países asiáticos, pasa por intentar erradicar el COVID-19. Por el momento parecen haberlo conseguido, con un número de contagios reducido y una recuperación económica relativamente intensa. Esta característica, junto con el hecho de que la pandemia se inició más pronto y, por lo tanto, también la recuperación, permitirá que China crezca en 2020 alrededor de un 2%. La segunda estrategia, llevada a cabo por Estados Unidos y algunos países de América Latina, es de cierta pasividad por parte de los gobiernos y resignación ante la extensión del virus y los contagios. Sus efectos económicos han sido muy desiguales, dependiendo sobre todo del grado de informalidad de las economías, y de la capacidad de sus sistemas sanitarios. Mientras en Estados Unidos la caída del PIB podría ser superior al 5% en 2020, en las principales economías latinoamericanas se esperan caídas de dos dígitos, también debido a la menor capacidad de respuesta de sus políticas monetarias y fiscales. La tercera estrategia ha sido la seguida por los países europeos, y se trata de coexistir con el COVID-19 a niveles tolerables por el sistema sanitario para evitar una situación de colapso. Para el conjunto de la eurozona, el PIB disminuirá previsiblemente más de un 8% en 2020, pero con diferencias notables entre países. Mientras que en Alemania se espera una caída del PIB cercana al 6%, en España se situará alrededor del 11,5%.
La recuperación económica en la segunda mitad de 2020 se espera que continúe a lo largo del 2021, y será asimétrica (más lenta y gradual que la caída del PIB durante la crisis) e incompleta durante este horizonte de previsión. Para la mayor parte de economías no se espera alcanzar el nivel de actividad del cuarto trimestre de 2019 hasta 2022. Y ello a pesar de que la actuación de las autoridades monetarias y fiscales ha sido muy rápida y mucho más contundente que durante la Gran Recesión. La Fed y el BCE van a aumentar sus balances en casi 20 puntos de PIB. Además, en la cita anual de Jackson Hole, donde se discutió sobre la persistencia en el largo plazo de los efectos económicos de las pandemias, Powell anunció el cambio de estrategia de política monetaria de la Fed, con un objetivo de inflación promedio del 2% y una menor tolerancia al desempleo. Los paquetes fiscales, incluido el Fondo de Reconstrucción en la UE, se acercan a 15 puntos de PIB. Y otro tanto de media suponen los programas de avales y garantías públicas de préstamos a ambos lados del Atlántico.
Durante los próximos trimestres no se espera que algunos de los sectores más castigados recuperen su nivel de actividad anterior a la crisis. Este es el caso del turismo y los servicios de consumo social. Su recuperación completa requiere como condición necesaria disponer de una vacuna y de tratamientos efectivos ante el COVID-19 y, posteriormente, una vuelta a los anteriores patrones de consumo. En otros sectores, como el tecnológico, ocurre lo contrario. Hasta ahora ha sido el gran ganador de una crisis que ha acelerado las tendencias de la revolución digital. Todo ello se ha reflejado en un comportamiento bastante asimétrico de los mercados de renta variable a escala internacional. Aunque con dudas sobre su mantenimiento, en Estados Unidos se han llegado a alcanzar nuevos máximos por el peso de las grandes empresas tecnológicas, los bajos tipos de interés y las expectativas de disponer de vacunas eficaces en los próximos trimestres. Los índices europeos no cuentan con esas grandes empresas tecnológicas, y los efectos de la crisis y de los tipos de interés más bajos, durante más tiempo, deprimen las ya menguadas expectativas de beneficios bancarios, un sector con un peso mayor en Europa que en Estados Unidos.
Además de los avances en la gestión de la pandemia y de la intensidad de nuevos rebrotes, en los próximos meses habrá que estar atentos al desenlace de los resultados de las elecciones presidenciales en EE.UU., a las negociaciones sobre brexit (en las que no se han producido avances este año), a la efectividad del Plan de Recuperación europeo Next Generation EU y la oportunidad de acompañarlo con las reformas necesarias, a las disrupciones productivas en algunos sectores y los procesos de reestructuración de muchas empresas, a las dificultades de modular la extensión de las políticas para combatir la crisis y las garantías públicas de créditos a empresas, y a las tensiones geopolíticas. Aunque las incertidumbres siguen siendo elevadas, también se observan oportunidades por primera vez en los últimos meses que pueden dar lugar a escenarios más optimistas y a una recuperación más intensa en 2021, sobre todo si los avances en la lucha contra el COVID-19 se materializan rápida y eficazmente.