Si por algo se ha caracterizado la banca en las dos últimas décadas ha sido por convertirse en el sector protagonista de los diferentes acontecimientos económicos que han marcado a España desde 1999. Con la propia puesta en marcha de la Unión Económica y Monetaria (el euro) hace ya dos décadas, el sector financiero lideró algunos de los movimientos más relevantes. Con la burbuja inmobiliaria, su papel fue decisivo. Ante la crisis de 2008, algunas entidades acabaron convirtiéndose en un problema de complicada gestión. Y ya en la recuperación de los últimos años, todas las miradas se han enfocado hacia el sector para exigir responsabilidades. Ahora, con la crisis del coronavirus sobre la mesa, los bancos se han anticipado con multitud de iniciativas con las que está mejorando su reputación ante la sociedad.
Si hay un denominador común que ha condicionado la vida de los bancos, ése ha sido el de las concentraciones. Y no solo en las dos últimas décadas. Se trata de un sector en el que la integración de entidades financieras no ha parado desde la gran crisis bancaria de los años 80. Entonces, existían decenas de entidades, en muchos casos ligadas a determinados territorios o a sectores de la población concretos. Pero aquella realidad ha dado paso a otra, la de apenas diez grandes grupos financieros, como los que conviven ahora en España.
El presidente de la comisión financiera del Consejo de Economistas, Antonio Pedraza, explica que el cambio más importante que ha tenido la banca ha sido el de la “dimensión”. Aunque llega a hilar más fino al hablar de “la concentración”, el término que considera correcto para definir cómo se encuentra el sector.
De 50 a 10 firmas. Hace poco más de una década, incluso las entidades que participaban en la financiación de la economía aún se distinguían entre los dos grandes grupos que imperaron durante el siglo XX. Por una parte, los bancos propiamente dichos, y por otro lado, las cajas de ahorros. Estas últimas entidades han desaparecido del mapa casi por completo con motivo de la reestructuración que se llevó a cabo con la crisis financiera.
Para autorizar el rescate público de entidades como Bankia, Cataluña Caixa o Caja del Mediterráneo, entre otras muchas, la Comisión Europea exigió un cambio en su modelo de gobernanza. Esto es, que fueran entidades privadas, no controladas por los poderes políticos, y que se rigieran en su día a día con criterios puramente financieros y de solvencia, algo que no ocurrió en todos los casos hasta entonces, con numerosos escándalos, incluso de carácter judicial.
A lo largo de los últimos años, las casi 50 entidades financieras que existían en el inicio de la crisis, cuando quebró la firma estadounidense Lehman Brothers, han pasado a ser apenas 10. Y casi todas capitalizadas, esto es, cotizando en la Bolsa, salvo algunas excepciones: Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Bankia, Bankinter, Unicaja, Liberbank, Ibercaja, Kutxabank y Abanca copan la mayor parte de las posiciones del mercado bancario. Cada una de ellas ha ido adquiriendo otros bancos o es fruto de la integración de varias firmas que convivían en el pasado.
Pero el proceso de concentración no ha parado. Desde las propias instituciones han reclamado a la banca que insista en ese proceso de fusiones, porque solo el tamaño puede suponer una palanca de crecimiento y sostenibilidad en un contexto que sigue marcado por los tipos de interés en negativo. De hecho, con la crisis del coronavirus sobre la mesa, el mapa bancario se prepara para una nueva vuelta de tuerca. Cuando se disipe la pandemia, volverá a aparecer en los despachos la posibilidad de iniciar procesos de concentración.
De hecho, la propia enfermedad puede acelerar todos los plazos. Cada vez es más difícil generar ingresos ante el parón de la economía y ante lo que puede ser una reducción en la demanda de crédito. Además, son los bancos con tamaño mediano los que siguen en el objetivo de cualquier movimiento en este sentido. “El escenario a medio plazo es un incremento de los impagos y la morosidad y una disminución de los ingresos, lo que incrementa la presión sobre las cuentas de resultados. El caso de la consolidación se refuerza al tiempo que se hacen complicadas alternativas de mercado”, explica Francisco Uría, socio responsable del sector financiero de KPMG en EMA (Europa, Oriente Próximo y África).
Cada vez menos oficinas. Al concentrarse, los bancos también han pasado en los últimos años por otra realidad no menos dura, sobre todo para sus empleados: los ajustes de plantilla. Todos los analistas coinciden en señalar ahora que la banca española se encontraba sobredimensionada. Esto es, que tenía mucha más capacidad instalada a través de sus oficinas de lo que realmente precisaba la economía, sobre todo si se comparaba con su implantación física en otros muchos países de Europa.
Las oficinas bancarias siguen bajando la persiana en toda España y ya quedan menos de 24.000 en todo el territorio, según los datos del Banco de España. Las entidades financieras de nuestro país han sufrido cambios estructurales en los últimos años. Prueba de ello han sido las fusiones y absorciones que se han llevado a cabo en el mercado nacional y que han terminado con el cierre de sucursales que, tras estas operaciones, no fueron consideradas como necesarias.
El pico en el número de oficinas se alcanzó en septiembre de 2008, cuando se contabilizaban en España 47.707, según los datos del supervisor bancario. Entonces comenzaba una crisis económica que cambiaría radicalmente el devenir del sector y del conjunto de los españoles. Si se comparan estas cifras con las últimas que ha hecho públicas el Banco de España, 23.851 oficinas activas a cierre de 2019, se observa una caída de más del 45% en el número total. Casi la mitad de ellas desaparecieron en apenas doce años.
Pero en los últimos tiempos esta caída se ha ido incrementando cada vez más. Tanto es así que desde 2015, es decir, en solo cinco años, esta reducción ha sido del 25%, o lo que es lo mismo, casi 10.000 oficinas bancarias menos. A día de hoy, y de acuerdo con los repartos de población, la mayoría sigue concentrándose en Andalucía, Cataluña y Madrid, por este orden. Pese a ello, es precisamente la segunda de estas comunidades autónomas la que sigue concentrando un mayor número de cierres, en parte por la alta densidad con la que contaba hace años debido a la proliferación de cajas de ahorros.
En los últimos años, algunas de los cierres masivos más importantes han sido los de oficinas de las antiguas cajas de ahorros tras pasar a manos de sus nuevos propietarios. La crisis irrumpió en España en medio de la expansión de su negocio y lo cortó completamente. En septiembre de 2007, momento en que se alcanzó el pico de oficinas bancarias en España, este tipo de entidades copaba el 55% del total. Es decir, tenían más de 25.000 espacios en los que atendían a sus clientes, muchos de ellos, en la España rural.
Saneadas e internacionalizadas. Por otra parte, Antonio Pedraza apunta una realidad de la que también se ha impregnado la banca, como es “el saneamiento que ha realizado” de sus cuentas. Las entidades se encuentran ahora mucho más fuertes desde el punto de vista del balance, con unos niveles “óptimos”, apunta el economista, en cuanto a solvencia y liquidez.
Es cierto que los organismos, como el caso del Banco Central Europeo y el Banco de España, mantienen unas estrictas reglas y normativa regulatoria para que la banca sostenga unos niveles de capital acordes a las circunstancias. Y sobre todo, que consigan mantener una estructura fuerte de cara a posibles crisis que se puedan dar en el futuro, como ya está ocurriendo con la del coronavirus.
Otro de los grandes cambios que ha tenido parte de la banca ha sido su proceso de internacionalización. Aunque aquí, la realidad es muy diferente, dependiendo de cada estrategia empresarial. En este caso, Santander y BBVA han conseguido extender su negocio en Europa, así como en Latinoamérica y otros territorios. También Sabadell lo ha hecho parcialmente con la adquisición del británico TSB. Pero el resto de entidades “casi no ha pisado suelo foráneo”, explica Pedraza, quien apunta que la diversificación geográfica es clave para tener un respaldo con el que afrontar posibles crisis y no dejar todas las posibilidades de crecimiento en un país o zona concreta.
El otro gran factor que más condiciona a la banca de cara al futuro, y que supone todo un reto para el sector, es el de la digitalización. “Los bancos tienen por delante el reto de las fintech”, explica Antonio Pedraza. Se trata de empresas no ligadas originariamente al sector financiero, pero gracias a su implantación en Internet y su popularización, tratan de conseguir clientes para realizar medios de pago o préstamos de consumo, por ejemplo. El economista sostiene que la desventaja de la banca con estas compañías de nueva creación se centra en “los costes de estructura”. Mientras que las entidades financieras tradicionales precisan de una gran implantación por todo el territorio, en el caso de las ‘fintech’ es una aplicación o un portal de internet su única base para poder desarrollar un negocio.
El problema es que la población sigue desconfiando de esas compañías. Y el negocio bancario se basa, mucho más allá de la regulación y todas las normas contables, en la confianza que genera entre los ciudadanos, al tratarse de entidades que gestionan el dinero.