Ciertamente, antes de la pandemia, el rally por los derechos musicales había empezado con buenos coches y pilotos listos para recorrer los tramos cronometrados. La suma de los tiempos invertidos para moverse por aquellas etapas dan como resultado el ganador de la carrera. Hay un único trofeo para el ganador, para ese que ostente ser el primero en la clasificación.
En la música, y más específicamente en los derechos de comercialización de esas producciones, existe un rally, pero parece que tiene múltiples trofeos y modalidades. Cada piloto se sube a su coche y completa su etapa, sin importar mucho cómo completarla. Conduciendo, caminado, y hasta en patinete si también hace falta. Nadie se preocupa de las reglas ni del tipo de motor del vehículo y su cilindrada.
El año 2021, se ha marchado dejando tras de si una estela de transacciones en derechos musicales de más de cinco mil millones de dólares. Una muestra de la brutal carrera por apuntarse las mejores etapas. Con un pequeño descanso por navidad y año nuevo, el pasado 3 de enero se volvía a la carretera, o al campo de batalla para seguir sumando victorias en este particular rally.
Es evidente que la reproducción de música en dispositivos electrónicos, va a continuar su escalada o se mantendrá en un crecimiento sostenido en los próximos años. Razón por la cual el rally sigue a todo gas. La posibilidad de obtener datos muy cercanos a la realidad de las reproducciones digitales en cualquier mercado, es la mejor de todas las opciones para gestionar esas ganancias por venta y reproducción.
En el pasado analógico, antes de la reproducción digital y las plataformas de internet, eran muchas las ventas que dejaban de liquidarse en franquicias de compañías discográficas por el mundo, y por consiguiente pérdida de ingresos para interpretes, autores, músicos, firmas de representación, agencias y sellos musicales.
Hoy en día, el trasiego de datos por reproducción es tal, que no correr este rally es una oportunidad desperdiciada. Hace años, comprábamos un álbum, en vinilo, cassette o disco compacto, y en casa simplemente reproducíamos nuestra copia por la que ya se pagaban sus impuestos y derechos de autor, pero no por las veces que podíamos escuchar otra vez esa producción en casa, en el coche, en el campo, playa, etc.
Por esas reproducciones no contabilizadas en el pasado y otros temas que vamos a obviar, es que tenemos esta apasionante carrera de fondo.
Bruce Springsteen ha vendido su catálogo por más de 500 millones de dólares. ZZ Top está gestionado una suma de $50 millones. La agencia Primary Wave adquiere una participación en el paquete de derechos del fallecido James Brown en un acuerdo de $90 millones. Esta misma agencia ha ofrecido $20 millones a Jim Peterik de la banda de rock Survivor.
Por si fuera poco, Primary, también se ha hecho con los derechos de los hermanos de Prince, Tyka Nelson y Omarr Baker en una estrategia para tener a toda la familia bajo sus alas.
BMG ha comprado los derechos de la banda de glam metal, Mötley Crüe por $90 millones, y los de Tina Turner por $50 millones. Unos $30 millones se ha llevado Jeff Porcaro de la banda TOTO. Hipgnosis, otra grande en este rally, paga a Christine McVie de Fleetwood Mac, $27 millones por toda su obra.
David Guetta, Shakira, David Crosby, Patrick Leonard (colaborador de Madonna), Billy Duffy guitarrista de la banda inglesa de rock The Cult, Bob Rock (productor de Metallica), Neil Young, Wilson Phillips, The Beach Boys, y Linda Ronstadt entre muchos más han obtenido beneficios por vidas que no vivirán muy posiblemente.
Y es que, este rally es muy extraño, hay pilotos conduciendo con mucha destreza y muchos trofeos (artistas, músicos, y productores), posados en sus vitrinas esperando a que llegue alguno de los conductores. Ellos saben, que alguno, siempre va a llegar. Más tarde o más temprano, el trofeo tendrá un ganador.
Imaginaros ser contratados por una empresa, y que en la primera semana de trabajo se pudiera cobrar el sueldo de cinco, diez o veinte años. Estaría genial. Esto es, justamente, lo que está ocurriendo con los autores, intérpretes, músicos, y productores que han encontrado en el streaming una forma de asegurarse la jubilación, y las agencias de representación, de asegurarse ingresos por muchos años.
El rally apenas ha empezado. Esperemos que en un futuro, no se emita una factura de cobro por pensar en una canción.