Brufau demanda una regulación inclusiva que garantice la neutralidad tecnológica y pide no poner vetos

Por Redacción

El presidente de Repsol, Antonio Brufau, ha demando una regulación «inclusiva» para garantizar una «neutralidad tecnológica» que lleve a una transición energética «justa» y, por ello, ha pedido a las autoridades que marquen «objetivos» pero que, permitan, «sin vetos ni exclusiones» que la ciencia y los empresarios «alcancen las soluciones necesarias».

Brufau ha realizado esta reflexión en unas jornadas on line organizadas por la Fundacion Repsol y Deusto Business School sobre la transición energética y urbana y la movilidad sostenible e inteligente, en las que también han participado la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, el Lehendakari, Iñigo Urkullu, y el rector de la Universidad de Deusto, José María Guibert.

El presidente de Repsol ha manifestado que el proceso de transición hacia un modelo económico descarbonizado es un «desafío global sin precedentes» que implica el «compromiso y la acción de todos».

En su discurso, ha defendido una transición energética construida a partir de las «fortalezas» de la industria, apoyada en la neutralidad tecnológica y que no excluya «por decreto o ideología» a sectores o a tecnologías.

NEUTRALIDAD TECNOLÓGICA

Brufau ha asegurado que la neutralidad tecnológica es una «condición sine qua non» para lograr un mundo sostenible y la neutralidad se traduce en «la competición libre de todas las tecnologías al alcance».

«Pongan las autoridades los objetivos, y permitan, sin vetos ni exclusiones, que la ciencia y los científicos, las empresas y los emprendedores alcancen las soluciones necesarias generando desarrollo, riqueza y empleo», ha añadido.

En este sentido, ha asegurado que «tecnologías ya maduras» que continúan en «progresiva descarbonización», como la de los motores cada vez más eficientes en vehículos de combustión de bajas emisiones y los biocombustibles avanzados, pueden «perfectamente» coexistir con las nuevas tecnologías eléctricas y renovables, que «además, no dan solución a la descarbonización de múltiples usos industriales críticos».

«Por tanto, apostemos definitivamente por una regulación inclusiva, que dé cabida al empleo y proteja el valor y la competitividad de la industria española. Evitemos la deslocalización de la industria tanto en España como en Europa y en especial en este momento de reconstrucción», ha añadido.

Además, tras indicar que «la única transición energética justa, es la que se basa en la neutralidad tecnológica», ha manifestado que transición justa «no es aquella en la que se incluye por decreto a unos sectores y a otros no».

NO DISCRIMINAR A LOS MENOS PUDIENTES

El presidente de Repsol ha señalado también, dentro de esa transición «justa», que los nuevos modelos de movilidad «no deben discriminar a los menos pudientes, privilegiando a los mal llamados vehículos cero emisiones».

«Sin cuestionar en ningún caso el vehículo eléctrico, que será uno de los vectores de crecimiento de la movilidad para un futuro sostenible, sí es importante recalcar que no es un vehículo cero emisiones, ya que medir las emisiones a partir del tubo de escape y no a través de todo el ciclo de vida es sencillamente erróneo», ha añadido Brufau, que considera que España puede liderar la puesta en marcha de «una plataforma de descarbonización potente».

Brufau ha añadido que estos vehículos, además, son principalmente adquiridos por personas y familias más acomodadas y cuya compra se financia y subvenciona «con los impuestos de todos, incluidos los que pagan las familias menos favorecidas». «No es una transición justa», ha agregado. Además, cree que los modelos urbanos sostenibles no pueden dejar atrás «los barrios más vulnerables en condiciones de marginalidad».

En este punto, ha destacado que, para «reforzar» la competitividad de la industria española y «no lastrarla», hay que incorporar el concepto de emisiones netas en todo el ciclo de vida de productos y servicios.

Brufau ha advertido de que hablar emisiones directas de CO2, en vez de netas, es «hacerse trampas», y significa «exportar emisiones de CO2» y también «empleos directos e indirectos a terceros países».

PENALIZAR A LA INDUSTRIA

Brufau cree que, si se hace eso en lugar de buscar el objetivo de alcanzar «cero emisiones» netas en todo el ciclo de vida, se «penaliza» a la industria española, lo que «a su vez desvía economía y empleo a otros países» y muchas inversiones industriales en España «no serán viables».

El presidente de Repsol cree que alcanzar la meta de «una rápida y ordenada descarbonización basada en criterios de coste-Beneficio, esta hoy en nuestras manos», pero hay que poner el «foco y empuje en lo «industrial» y ha asegurado que se pueden reducir emisiones con las infraestructuras energéticas actuales sin necesidad de duplicar inversiones que «acabarán siendo financiadas por dinero público».

Brufau ha reclamado orientar las políticas públicas para hacer posible que la industria «sea viable» y, en concreto, dirigir las fiscales a la innovación, a la digitalización y a la creación de empleo.

«Las políticas ambientales deberán tener en cuenta siempre las implicaciones para el tejido industrial para que siga siendo competitivo y las políticas públicas deberán valorar también a las empresas grandes en su papel tractor», ha dicho.

COSTES OCULTOS DEL ‘CAPITALISMO VERDE’

Por otra parte, en su discurso, ha aludido a los «enormes costes ocultos y riesgos sociales y medioambientales» asociados al desarrollo «desenfrenado y en absoluto regulado del llamado ‘capitalismo verde y digital'».

Brufau ha indicado que se ha puesto en marcha la «revolución verde y digital» y que se basa en la explotación «de bienes tan escasos como indispensables: los llamados metales raros».

Brufau ha asegurado que los nuevos desarrollos para lograr energías más limpias como pueden ser las baterías eléctricas de los coches, las baterías de los teléfonos móviles, la industria aeroespacial, los aerogeneradores, los supercomputadores de alta temperatura o las pantallas de plasma, entre otros, se hacen con una serie de metales llamados «metales raros» (Lutecio, Galio, Cobalto, Germanio, Tungsteno, Vanadio, Antimonio, Berilio, Tántalo, Niobio).

Brufau ha asegurado que el dominio en la producción de estos metales se está concentrando de forma monopolística en China y su explotación se da, sobre todo, en África, en minas a cielo abierto, «en condiciones infrahumanas e indignas y utilizando la destrucción masiva de roca y el uso de materiales ácidos altamente tóxicos».

El presidente de Repsol ha indicado que, para garantizar un futuro competitivo para el país y Europa, caben algunas preguntas, «seguramente incómodas» para los políticos y una de ellas es en qué regiones del mundo se producen las palancas «para ser los vencedores en esta Revolución Verde y Digital» y qué tiene Europa de estas palancas.

También considera que habría que preguntarse cuáles van a ser los «costes ocultos» que quizás «sean irreversibles» y quién los va a pagar. «¿No estaremos avanzando hacia un futuro con mayor incertidumbre aún?
¿Cuáles son las implicaciones geoestratégicas, geopolíticas, de ignorar la situación actual y el dominio abrumador de una región liderada por China?», se ha cuestionado.

Por otra parte, ha destacado el papel que puede jugar el hidrógeno en la transición energética, sobre todo, en sectores donde no alcanzará la electrificación, pero ha advertido de que tendrá futuro si se hace competitivo en costes y para ello se debe asegurar «un precio bajo de la electricidad».

En este sentido, cree importante no articular un sistema de subasta de renovables basado en la fijación de «unos precios mínimos para el consumidor, que aumente la tarifa eléctrica y sólo beneficie a los generadores».