La agencia que gestiona el patrimonio musical de David Bowie, está negociando la venta del catálogo de la fallecida estrella del rock, por un valor de 200 millones de dólares según informa el Financial Times.
Citando a «personas familiarizadas con el asunto», el Financial Times informa además que las negociaciones están en una etapa avanzada y que el catálogo de Bowie ha atraído ofertas de diferentes inversores y plataformas musicales.
Este conocido periódico británico desvela que el acuerdo abarcaría a álbumes tan icónicos como The Rise and Fall of Ziggy Stardust, The Spiders from Mars, Let’s Dance y Heroes. Como se sugiere en el artículo, nos encontramos en una carrera para adueñarse de la mayor cantidad de catálogos, en lo que se ha denominado una «fiebre del oro» por los derechos musicales.
Solo en este mes, BMG ha adquirido lo que se ha llamado una amplia cartera de derechos relacionados con la música y la imagen de Tina Turner, la cual se estima, ha costado a la compañía musical más de 50 millones de dólares.
Mientras tanto, la agencia Primary Wave se ha abalanzado a comprar activos propiedad del legendario Bing Crosby por unos 50 millones de dólares, así como una participación en el catálogo de Luther Vandross como parte de un acuerdo con la gestora de la icónica estrella del R&B por unos 40 millones.
Además, los gigantes del mundo financiero se están entusiasmando con el valor de los derechos musicales. Blackstone, uno de los actores financieros más poderosos del mundo, ha confirmado que está invirtiendo alrededor de mil millones de dólares para adquirir los derechos musicales a través de una asociación con canadiense Merck Mercuriadis, fundador y CEO de la compañía de inversiones musicales Hipgnosis.
Mientras tanto, Kobalt Capital ha confirmado que el gigante de inversiones KKR ha adquirido la cartera de KMR Music Royalties II por aproximadamente mil millones.
En el corazón de todos los patrimonios musicales de artistas fallecidos, hay un complejo acto de equilibrio entre el pasado y el futuro. Se tienen que crear estrategias que ayuden a los fans existentes a aferrarse a su ídolo, y al mismo tiempo crear puntos de unión para nuevos y potenciales fanáticos.
Una agencia gestora de tales patrimonios, puede perder el rumbo y no atraer a nuevas generaciones de fanáticos, pensando que los de mayor edad tienen más ingresos disponibles y propensión a gastar, pero olvidando que no estarán para «allí» para siempre. Razón por la cual, es clave e imperativa la captación de seguidores jóvenes que sigan de alguna manera dando vida al «mito».
En un artículo de la revista americana Rolling Stone, publicado en marzo de 2020, se argumentaba que el imperio de Elvis Presley necesitaba un reinicio, señalando que las ventas de productos con la imagen de Elvis cayeron de 4 millones de dólares en 2017 a 1,5 millones en 2019. Una encuesta realizada a consumidores de 18 a 24 años en el Reino Unido en 2017 desvelaba que casi el 30 por ciento de los encuestados nunca había escuchado una sola canción de Elvis Presley.
El artículo concluía que la agencia tenía que dejar de tratar a Elvis como una estrella de rock fallecida, y ponerlo en un contexto mucho más amplio para que los consumidores jóvenes pudieran encontrar su camino de acceso al mito del rock n’ roll.
La paradoja para las agencias que administran esos patrimonios musicales, es que las nuevas audiencias están más abiertas a convertirse en fanáticos de un artista fallecido inmediatamente después de su muerte. Un período en el que los herederos están de duelo, y donde la agencia patrimonial a menudo no está preparada para capitalizar esto, simplemente porque todos los aspectos organizativos y legales en torno a su establecimiento aún no se han resuelto.
En definitiva, la custodia cultural de las obras musicales de muchos artistas ya fallecidos, se ha convertido en un nuevo negocio tan floreciente como lo fue en los años cincuenta la construcción de muchos centros comerciales que hoy languidecen ante el auge de las nuevas tecnologías y técnicas de ventas.
David Bowie, es simplemente otro nombre en el gran supermercado musical entre muchos otros, cuya obra, ahora llamada «patrimonio», parece un radio cassette que funciona con baterías de cualquier marca. Es, el lucrativo negocio de las herencias musicales después de la muerte.