El acusado de matar a su padre con una navaja en su vivienda de Socuéllamos en mayo de 2019 se ha declarado arrepentido, tras lo que ha asegurado en varias ocasiones que tras ver sangre huyó por temor a que su progenitor fuera detrás a pegarle añadiendo que nunca pensó que lo hubiera matado.
Así lo ha manifestado este lunes en la primera sesión del juicio con jurado popular que se está celebrando en la Audiencia Provincial de Ciudad Real. «Creí que estaba vivo, me fui antes de que se levantara y me pegara, creí que estaba vivo», ha insistido.
Una declaración en la que ha alegado una y otra vez que la discapacidad psíquica que padece le impide recordar lo que pasó en la madrugada del 13 de mayo y aunque ha reconocido haber discutido con su padre por recriminarle este último que llegaba de madrugada, borracho y drogado, ha asegurado no recordar llevar en la mano navaja alguna, ni clavársela.
Ha explicado como la relación con su padre no era buena. «Regular», ha contestado cuando le han preguntado sobre ello, ya que gritaba a su hermana y su madre, y él se «metía por medio» cuando eso ocurría. Además ha manifestado que era habitual que su padre le pegara a pesar de sus 43 años de edad.
Ha justificado que estaba en desigualdad de condiciones ante una pelea con su progenitor ya que por un accidente que sufrió de niño no tiene fuerzas. En cambio su padre, aunque tenía 81 años, estaba en forma y era algo más alto. «Se iba todos los días con bicicleta», ha añadido.
También ha insistido en el gran respeto que le tenía a su progenitor. «Le hablaba siempre de usted o por su nombre. Le tenía mucho respeto», ha afirmado.
Poco a poco ha ido desgranando lo sucedido aquella jornada que derivaron en los hechos que están siendo juzgados. Ha explicado como ese día se levantó a las 8.00 horas para ir a Tomelloso para buscar trabajo e intentar arreglar una ayuda. Algo que no fue posible.
Cuando llegó de vuelta se hizo la comida, comió y consumió cocaína.
Ya por la tarde, ha contado, cómo llegó un amigo para que le ayudara en la huerta y después se fueron de cervezas.
Asimismo, ha dicho que en un momento de la tarde el amigo se fue con su familia pero él continuó en varios bares bebiendo y consumiendo cocaína, y que cuando llegó a su casa se puso a cenar y que sintió un empujón por la espalda.
Así, ha dicho que era su padre diciéndole que venía borracho y drogado y que «¡Menudas horas!». A lo que él le contestó: «Vete para la cama que no quiero liarla».
Su padre, según ha dicho, se fue para la cama diciéndole «cosas» y que lo siguió solo con la intención de discutir y arreglar la situación.
A lo que ha añadido no saber lo que llevaba en la mano y que su padre le pegó con las manos en el pecho y le hizo daño.
Después ha asegurado no saber lo que pasó y que sólo que vio sangre y salió corriendo por temor a que fuera a pegarle, cogiendo en su huida la cartilla del banco y la cartera porque tenía la intención de irse ya que sabía que no le iba a dejar volver a casa.
Finalmente ha explicado que se escondió en el chalet porque tenía intención de entregarse por la noche a la Guardia Civil para que no le vieran y ha justificado las lesiones que presentaba en el momento de su detención en que tropezó y cayó por las escaleras.
«Me arrepiento», ha acabado su testimonio ante el jurado y ha explicado cómo ha pedido perdón a su familia mediante una carta a cada uno de sus hermanos.
UNA TORMENTA PERFECTA
Previamente, la abogada de la defensa ha manifestado como los hechos fueron resultado de una «tormenta perfecta» ya que las recriminaciones del padre aquella madrugada colmaban un día en el que no había podido conseguir trabajo, le habían negado una ayuda social y se enteró que su único amigo se iba a Suiza.
«En condiciones normales habría agachado la cabeza porque tenía un respeto máximo a su padre», ha añadido, a lo que ha unido que iba «totalmente drogado y bebido» ya que ha definido a su patrocinado como un «chico normal y corriente que nunca había tenido un problema» y que «nadie se explica qué le llevó a matar a su padre».
Ha alegado que fue un arrebato y que solo hubo un navajazo que le provocó la muerte en el acto, y no cuatro ; y ha apelado al arrepentimiento mostrado por el acusado. Por esto pide diez años de prisión por homicidio.
«NADA JUSTIFICA LO QUE HIZO»
Por su parte la fiscal se ha mantenido en sus acusaciones porque «nada justifica lo que hizo».
Por lo que continúa con la petición de una pena de 13 años y seis meses de cárcel por la presunta comisión de un delito de homicidio doloso en el que concurre el atenuante de trastorno mental y los agravantes de parentesco y abuso de superioridad.
Ha reconocido que el acusado padece un retraso mental ligero que, unido al consumo de unas cervezas, si bien no le impedía conocer la ilicitud de sus actos y actuar conforme a dicha comprensión, sí limitaba ligeramente su capacidad de comprender las consecuencias de sus actos.