En los últimos años, la justicia restaurativa ha ido cobrando fuerza al sistema de justicia tradicional. Puede que no se conozca, pero ofrece una forma diferente y completamente nueva de abordar los delitos, porque se enfoca más en la reparación del daño que en el castigo en sí mismo, que es de lo que trata realmente el sistema judicial.
Contrariamente a lo que se podría haber pensado en un principio, este nuevo planteamiento ha llegado pisando fuerte, y parece ser que ha venido para quedarse. Aparece como una respuesta profunda y totalmente necesaria ante la insatisfacción que muchas personas sienten respecto al enfoque punitivo (es decir, de castigo) que predomina en los sistemas judiciales.
Tanto a nivel individual como comunitario, cada vez son más las personas que buscan una manera más justa, humana y efectiva de tratar los conflictos y los delitos que se presentan día a día en la sociedad.
Pero ¿qué es exactamente la justicia restaurativa y por qué ha captado tanto la atención en diversas partes del mundo?
¿Qué es la justicia restaurativa?
Según el European Forum For Restaurative Justice, «la justicia restaurativa es un método para abordar el daño o el riesgo de daño a través de la participación de todos los afectados, con el objetivo de llegar a un entendimiento común y un acuerdo sobre cómo se puede reparar el daño o la transgresión y alcanzar justicia».
Es decir: el delito no es solo una violación de la ley, sino también una ruptura en las relaciones entre las personas y la comunidad en sí misma.
A diferencia del sistema penal tradicional, cuyo objetivo principal es castigar al infractor, este enfoque pone el énfasis en reparar el daño causado por el delito. Se trata de un proceso que aboga no solo por la redención del infractor, sino que también intenta conseguir la sanación de la víctima y de la comunidad afectada.
El origen de la justicia restaurativa
Aunque no lo parezca, la justicia restaurativa tiene raíces que se remontan a tiempos muy antiguos. Muchas sociedades ancestrales practicaban lo que hoy se llama justicia restaurativa, aunque en ese entonces no se la conocía con ese nombre.
En lugar de castigar al culpable, el objetivo principal era restablecer el equilibrio social y reparar las relaciones que habían sido dañadas por el conflicto. Un ejemplo de ello se encuentra en las comunidades indígenas, que durante siglos han recurrido al diálogo y la mediación para resolver sus conflictos y restaurar la armonía en su tribu.
Con el tiempo, este enfoque ha ido perdiendo fuerza. El Estado asumió el papel de administrador de justicia y dejó a un lado el rol activo que tanto víctimas como infractores y comunidades habían tenido anteriormente. Sin embargo, en las últimas décadas, la justicia restaurativa ha resurgido con fuerza, sobre todo en contextos donde el sistema judicial tradicional ha mostrado ser insuficiente para atender las necesidades reales de las personas involucradas.
¿Por qué un resurgimiento?
Su origen parece ser la insatisfacción actual de la sociedad con el sistema de justicia penal tradicional, porque a menudo suele ser percibido como ineficaz e insuficiente.
Muchos son los que sienten que el enfoque del castigo no solo no resuelve el problema, sino que tampoco ayuda a prevenir futuros delitos. Eso sin contar, además, con la insatisfacción generalizada ante el nivel de castigo a un delito determinado. Además, las víctimas suelen quedar al margen del proceso judicial y se sienten ignoradas, mientras que los infractores, tras cumplir sus condenas, pueden quedar aún más desconectados de la sociedad. O, incluso, recibir ayudas para reinsertarse mientras las víctimas pasan a un olvido silencioso.
Es aquí donde entra la justicia restaurativa, porque ofrece una alternativa que coloca a las personas en el centro del proceso y que valora las relaciones humanas, buscando soluciones que van mucho más allá del simple castigo.
Principios de la justicia restaurativa
A diferencia de los juicios tradicionales, donde los jueces o jurados toman decisiones sin la participación directa de los afectados, en la justicia restaurativa se busca que tanto la víctima, como el infractor y la comunidad, tengan un rol mucho más activo en el proceso.
El objetivo es que las personas puedan hablar sobre lo ocurrido, compartir cómo les ha afectado y, juntos, buscar la mejor manera de reparar el daño que se ha causado.
Sanación de la víctima
Esto es un claro intento de ofrecerles a las víctimas un espacio totalmente seguro y protegido donde puedan expresar sus sentimientos, algo que el sistema judicial tradicional no permite.
A menudo, el proceso penal se centra tanto en el castigo que deja de lado las necesidades emocionales y psicológicas de quienes han sufrido el delito. En cambio, la justicia restaurativa les brinda la oportunidad de ser escuchadas, recibir apoyo emocional y, en algunos casos, obtener una disculpa sincera por parte del infractor.
Responsabilidad del infractor
El sistema de justicia restaurativa no busca simplemente castigar, sino que apela a la responsabilidad del infractor.
Se les pide a los delincuentes que reconozcan el daño que han causado y que tomen acciones concretas para poder repararlo. Esto puede ir desde ofrecer una disculpa, hasta proporcionar una compensación económica o realizar trabajos en beneficio de la comunidad.
El propósito es ayudar al infractor a comprender las consecuencias de sus acciones, para motivar un cambio real y duradero en su comportamiento.
Reparación del daño
Otro de los principios esenciales de la justicia restaurativa es la reparación del daño causado.
No solo hay que compensar a la víctima, también hay que restaurar la confianza y la cohesión dentro de la comunidad afectada. En este sentido, el proceso de justicia restaurativa tiene un enfoque más amplio y profundo, pues busca sanar tanto las heridas personales como las sociales.
Reintegración social
Por último, pero no menos importante, la justicia restaurativa promueve la rehabilitación y reintegración del infractor en la sociedad.
Este enfoque busca ayudarlos a entender el impacto de sus acciones y a corregir su conducta, de modo que puedan reinsertarse de manera constructiva en la comunidad.
Aplicación de la justicia restaurativa
Actualmente, la justicia restaurativa se aplica en una gran variedad de contextos, no solo en el ámbito penal. De hecho, su uso se ha expandido a lugares como escuelas centros comunitarios y lugares de trabajo (con las conocidas mediaciones).
En muchos países, además, se han implementado programas de mediación entre víctimas e infractores como una forma de aplicar este enfoque restaurativo.
Por ejemplo, en el ámbito de la justicia juvenil, algunos programas permiten a los jóvenes delincuentes participar en procesos de mediación con las víctimas, en lugar de ser enviados a la cárcel. Esto les brinda la oportunidad de asumir la responsabilidad de sus actos, comprender las consecuencias de sus acciones y trabajar para reparar el daño. Además, estos programas han demostrado reducir las tasas de reincidencia y mejorar la cohesión social.
También se ha utilizado la justicia restaurativa en situaciones de conflicto comunitario o desórdenes sociales, como una alternativa a la intervención policial o judicial. En estos casos, la comunidad trabaja junta para encontrar soluciones, fomentando el diálogo y la toma de decisiones colectivas. Este enfoque no solo tiende a ser más satisfactorio para todas las partes involucradas, sino que también suele generar soluciones más duraderas.
Hay excepciones a estas aplicaciones
Existen ciertas situaciones en las que no se permite su uso, especialmente cuando se trata de casos de violencia de género.
Un ejemplo claro se encuentra en la Ley Orgánica 1/2004, que establece medidas para proteger a las víctimas de la violencia de género. En esta ley, se introdujo un artículo que prohíbe expresamente la mediación en estos casos. Esto significa que, cuando se trata de situaciones de violencia de género, no se puede recurrir a la mediación como método para resolver el conflicto.
Esto se debe a la preocupación de que, en este tipo de situaciones, la relación entre las partes no es en absoluto equitativa. Exoste un desequilibrio de poder, ya que la víctima se encuentra en una posición vulnerable frente al agresor. Por ello, se considera que intentar mediar podría no ser efectivo y, en algunos casos, incluso podría poner en peligro a la víctima.
Es importante destacar que la mediación y la justicia restaurativa no son lo mismo. La mediación busca que las partes involucradas lleguen a un acuerdo, mientras que la justicia restaurativa se centra en reparar el daño causado y restaurar las relaciones entre las personas afectadas. En el contexto de la violencia de género, donde la dinámica de poder es muy asimétrica, se opta por no permitir la mediación para proteger a las víctimas y garantizar su seguridad.
Así, aunque la justicia restaurativa puede ser una herramienta valiosa en muchos contextos, en casos de violencia de género se elige un enfoque diferente para salvaguardar los derechos y la integridad de las víctimas.
¿Hasta qué punto los infractores se redimen usando este nuevo sistema?
En SL Legal Consulting, consultoría jurídica especializada, consideramos que la implementación de la justicia restaurativa frente al sistema judicial actual plantea una serie interrogantes importantes sobre la redención de los infractores que no se puede pasar por alto.
Un gran problema es que algunos infractores pueden aprovecharse de la justicia restaurativa para evitar castigos más severos. Pueden participar solo para dar la impresión de que están asumiendo la responsabilidad por lo que hicieron, sin tener la intención real de reflexionar sobre sus acciones. En lugar de cambiar, pueden simplemente ofrecer disculpas vacías que no llevan a un verdadero cambio en su comportamiento.
Además, es importante pensar en cómo se sienten las víctimas. Aunque la justicia restaurativa les da la oportunidad de hablar sobre su dolor y buscar reparación, esto no siempre significa que obtengan la justicia que merecen… ni que les vaya a venir bien. Algunos infractores pueden no entender del todo el daño que causaron y pueden usar el proceso para mejorar su propia imagen. Esto nos hace cuestionarnos si la justicia restaurativa realmente ayuda a los infractores a cambiar o si, por el contrario, se convierte en una forma de evitar las consecuencias de sus acciones.
Es crucial también considerar la vulnerabilidad que podría sentir la víctima al enfrentarse a la persona que le ha hecho daño y tener que comunicarse con ella. Este encuentro puede ser emocionalmente agotador y, en algunos casos, contraproducente para la sanación de la víctima.
Ante estas reflexiones, surgen preguntas importantes que debemos plantearnos:
¿Realmente puede un infractor cambiar su comportamiento a través de la justicia restaurativa? ¿Están todos los participantes en el proceso comprometidos de manera total? ¿Es seguro para las víctimas enfrentarse a sus infractores? ¿La justicia restaurativa es una solución viable, o solo una forma de evitar la verdadera justicia? ¿Cómo se puede asegurar de que la justicia restaurativa no se convierta en una vía de escape para quienes no están dispuestos a asumir sus responsabilidades, en lugar de pagar por ellas?
Estas son cuestiones que merecen la atención y reflexión a medida que se considera el futuro del sistema de justicia.