La deuda de hogares, empresas, bancos y gobiernos de todo el mundo ha sumado en el primer trimestre de 2024 un total de 315,1 billones de dólares (292,7 billones de euros), nuevo récord histórico, frente a los 307 billones de dólares (285,1 billones de euros) contabilizados en el mismo periodo de 2023, según los cálculos del Instituto Internacional de Finanzas (IIF).
Esta dinámica ha estado marcada por las economías emergentes, que ampliaron su deuda agregada a 105,4 billones de dólares (97,9 billones de euros) desde los 101,1 billones de dólares (93,9 billones de euros) de inicios de 2023. Hace tan solo una década estaba en 55 billones de dólares (51,1 billones de euros).
Entre las economías avanzadas el volumen de deuda se incrementó hasta los 209,7 billones de dólares (194,8 billones de euros) desde los 205,9 billones de dólares (191,2 billones de euros) del año anterior.
Los principales responsables del aumento fueron Estados Unidos, Japón, Irlanda y Canadá en el caso de los países ricos, mientras que China, India y México estuvieron a la cabeza de las naciones emergentes. De su lado, Suiza, Alemania, Corea del Sur, Tailandia y Brasil redujeron pasivos.
Por sectores económicos, el IIF ha señalado que, a nivel global, los hogares elevaron su deuda hasta los 59,1 billones de dólares (54,9 billones de euros) desde 58,2 billones de dólares (54,1 billones de euros), al tiempo que las empresas registraron un endeudamiento de 94,1 billones de dólares (87,4 billones de euros), frente a los 92,6 billones de dólares (86 billones de euros) precedentes.
Además, los gobiernos tampoco lograron reducir su deuda tras deber 91,4 billones de dólares (84,9 billones de euros), frente a los 86,4 billones de dólares (80,3 billones de euros) del año anterior. El sector financiero también vio crecer su pasivo a 70,4 billones de dólares (65,4 billones de euros) desde 69,8 billones de dólares (64,8 billones de euros).
«Aunque las perspectivas económicas mundiales a corto plazo, relativamente optimistas, son un factor positivo para la dinámica de la deuda, la persistente inflación, sobre todo en Estados Unidos, sigue planteando un riesgo importante que presiona al alza los costes de financiación globales», ha explicado el informe.
El estudio indica que, si bien las familias están preparadas para afrontar a corto plazo un entorno de tipos «más altos por más tiempo», los déficits gubernamentales son más abultados que antes de la pandemia y, previsiblemente, añadirán 5,3 billones de dólares (4,9 billones de euros) de deuda adicional en 2024.
Asimismo, el aumento de las fricciones comerciales y las tensiones geopolíticas también pueden suponer «importantes vientos en contra» para los mercados de deuda.
El documento ha advertido de que la intención de China de convertirse en el principal proveedor de tecnologías de energía limpia, unida a una mayor inelasticidad de las cadenas de suministro por políticas industriales proteccionistas, podría mantener tanto la inflación como los tipos de interés por encima de niveles pandémicos.
«Tal escenario socavaría los flujos comerciales y de inversión y reduciría aún más la capacidad de servicio de la deuda externa de los mercados emergentes y fronterizos», ha avanzado.
El IIF ha destacado también que, ante la creciente divergencia a ambos lados del Atlántico en frentes como el crecimiento, la inflación, la productividad o la deuda pública, podría ser el momento de aplicar «nuevas políticas de estímulo en Europa para impulsar la actividad económica».
A pesar de todo, un «cambio brusco» en este sentido podría desembocar en un repunte del dólar, una mayor fuga de capitales hacia activos estadounidenses y ejercer una presión extra sobre los balances de los prestatarios no estadounidenses con una deuda «considerable» denominada en dólares.
Por otra parte, la ratio deuda/PIB se situó por encima del 330% al cierre de marzo, lo que supone un repunte tras tres trimestres consecutivos de descensos.
DEBILITAMIENTO DEL YEN
El documento ha recordado que la deuda japonesa supone más del 600% de su PIB, cifra que es un 60% superior respecto a 2019, aunque la deuda achacable al Gobierno solo ha crecido en este periodo un 4%, frente al 17% de Washington o el 25% de Pekín.
Dado que las instituciones financieras y las administraciones públicas niponas poseen importantes cantidades de activos extranjeros, la fuerte depreciación del yen frente a las monedas de sus principales socios comerciales «debería favorecer la dinámica de la deuda soberana y empresarial».
De hecho, la tenencia de activos públicos remunerados en el extranjero por parte de Japón, junto con unos costes de endeudamiento relativamente bajos, han desempeñado un «papel crucial» a la hora de mantener el gasto público neto de intereses manejable durante los últimos años.
Aun así, un yen más débil podría ejercer una presión adicional sobre los hogares al disminuir su poder adquisitivo, lo que podría afectar negativamente a sus perspectivas de deuda a medio plazo.