La idea surgió en 2016, y en el verano de 2017 ya estaba en marcha. El proyecto de innovación europeo ESMIMET pretende generar una red de conocimiento científico-técnico y de I+D+i en torno al desarrollo de las capacidades de minería metálica en las regiones de Castilla y León y Norte y Centro de Portugal. La apuesta supone, desde luego, un punto de giro en la actividad de la región. Óscar Fadón, de la Sociedad de Investigación y Explotación Minera de Castilla y León (Siemcalsa), recuerda que ellos trabajaban en los proyectos y las infraestructuras de minería, pero no en el I+D: “El responsable en aquel momento, Jorge Izquierdo, nos dijo que debíamos salir de nuestro espacio de confort y subirnos al I+D, que era el futuro, aunque a nosotros nos quedaba un poco lejos”, admite.
La minería metálica posee yacimientos muy destacados a nivel mundial en Huelva y Sevilla. En Castilla y León tienen recursos muy importantes en wolframio, un material crucial en el devenir de la historia de Europa y de otras partes del mundo. Tuvo un gran protagonismo en la primera mitad del siglo XX y en la II Guerra Mundial, pero en 1985 estaba muerto: “Los precios se hundieron, y las empresas mineras prefirieron dedicarse al cobre, el zinc, el oro o la plata. En la Península Ibérica tenemos muchos recursos disponibles que estamos desaprovechando”, lamenta Fadón.
Los productos de la minería están presentes en multitud de objetos que rodean nuestra vida cotidiana, como el hormigón de las calles, la taza de café del bar, la encimera de una cocina o incluso los electrodomésticos. La presencia de estos productos será aún más crítica en los próximos años si se quiere abastecer la demanda y el desarrollo de los mercados tecnológicos, del transporte eléctrico y de las energías renovables. Elementos como el wolframio, el niobio, el tantalio, el cobre o el estaño, presentes en los yacimientos españoles, son vitales para el desarrollo tecnológico por sus múltiples aplicaciones en fibra óptica o baterías de teléfonos móviles, entre otras. Aunque Europa es el máximo consumidor de metales del mundo, solo es capaz de producir una pequeña fracción (entre el 4% y el 8%) de los materiales que necesita. Las industrias de transformación de la UE dependen de una gran cantidad de materias primas entre las que abundan las de procedencia externa. Sustituirlas y hacerlo desde dentro de la UE sería una buena oportunidad.
Fadón asegura que invertir en su minería sería rentable por una cantidad menor de dinero, y por eso lo promocionan. España y Portugal fueron muy potentes en el wolframio, pero la explotación se abandonó, el conocimiento técnico se perdió y ahora hay que recuperarlo. Para lograrlo hay que invertir, y esperan que esos recursos vengan más de la parte privada que de la pública. El valor de los recursos disponibles en la zona, el valor del metal, se estima en 23.000 millones de euros, una cantidad nada despreciable.
El potencial está ahí. Ahora se trata de involucrar a instituciones, organismos de investigación y empresas para promocionar la riqueza y el relevo del carbón, que vive sus últimos días.
En la actualidad se está revisando en profundidad la geología básica y la tipología de yacimientos para recopilar datos que atraigan a los inversores. Es fundamental demostrar a los opositores que la minería puede ser sostenible, y que la minería es clave para suministrar las materias primas con las que se fabrican tantos instrumentos de nuestra vida cotidiana. “Tenemos que poner todas esas cuestiones en valor. Ahora, con la pandemia y la llegada de los fondos europeos, es un buen momento”, estima Roberto García, de la Dirección General de Energía y Minas de la Junta de Castilla y León.
El proyecto ESMIMET todavía no está cerrado. Se encuentra en la última fase de preparación para presentarlo a los inversores. Entre los datos que ya se saben, García destaca que un proyecto de este tipo puede suponer una inversión 10 millones de euros en investigación y 100 millones en el tratamiento y la ocupación de los terrenos. Las empresas que han trabajado en este campo lo han hecho con explotaciones de tipo mediano, que suponen entre 120 y 170 empleos directos y que arrastran negocio en la construcción, los servicios industriales, el transporte y la hostelería. “Cada empleo fijo se traduce en tres o cuatro empleos indirectos”, asegura García. La inversión global supera los 100 millones de euros y la facturación generada es del orden 2 millones de euros mensuales. “Crearía una actividad muy importante en la comarca en los quince años de media que tienen estas explotaciones”, indica García.
Por eso la están moviendo con tanto empuje, y parece que ya hay resultados: “Hay inversores que han manifestado su interés”, sostiene. Las empresas más importantes en el negocio de las minas son canadienses y australianas; también hay algunas británicas. En los últimos años han intentado entrar constructoras y empieza a haber movimientos de empresas que operaban en la minería de carbón que se interesan en operar en la minería metálica y de rocas industriales. “La minería es un sector pequeño en el que nos conocemos todos. Ahora se trata de poner en contacto a unos y otros”, afirma Óscar Fadón.
A ellos les gustaría que la inversión se realizara a corto plazo, pero lo normal es que llegue a medio o largo. Parte de culpa la tiene la lentitud burocrática de la Administración. Roberto García lo admite, y afirma que están intentando solucionarlo: “Trabajamos para simplificar los procedimientos. Los decretos de medioambiente, por ejemplo, ya están casi a punto”.
La capacidad de inversión es otra rémora. “Los anglosajones captan muy bien los recursos. En España no hemos apren- dido a canalizar las inversiones de capital autóctono hacia la minería y los grupos mineros españoles son grupos de ti- po familiar con capital propio. Las empresas multinacionales relacionadas con la minería son otra cosa en cuanto a la financiación de sus proyectos. Las compañías españolas de movimiento de tierras se mueven por el mundo con gran profesionalidad y gran éxito”, explica Fadón.
La minería en la zona va despegando poco a poco. No va a volver la época dorada de los años 1930 y 1940, en los que se desarrollaba una minería muy artesanal, pero ya hay una mina en Portugal, tres estables y una intermitente en España y cinco proyectos avanzados. Su actividad puede dar dinamismo a ubicaciones en zonas rurales, alejadas de las ciudades, y combatir el síndrome de la España vaciada. Las minas suelen estar en zonas fronterizas debido a los condicionamientos geológicos.
Hay más obstáculos que vencer. Por ejemplo, la idea de que el dinero que se genera se va de nuestro país al estar el negocio dominado por empresas extranjeras. “Es totalmente falso. Los beneficios de las empresas son del 15%. El 85% restante se queda donde se desempeña la actividad industrial: los impuestos, la electricidad, los bares…”, asegura Roberto García. Muchos de los proyectos mineros son además fallidos, y han de lidiar con las variaciones de precios internacionales y muchas cuestas y valles. Aun así, los supera y suministra las materias primas de los productos que hacen posible la vida actual. “No sé por qué no sabemos transmitirlo”, se queja García.
El daño medioambiental es otro argumento clásico en contra de la minería. “Tampoco es verdad”, rebate García. “Si un proyecto no es viable desde un punto de vista medioambiental, no sale; con independencia de la cuestión económica y la presión social. Es lo primero que se mira”, añade.
La restauración de la zona en donde ha estado la mina se contempla prácticamente desde el primer momento. La de la mina de carbón de Villablino, por ejemplo, ha sido ejemplar. Sus 450 hectáreas han quedado readaptadas con capacidad de carga ganadera, pastizales y repoblación forestal en una zona osera y de urogallo. La restauración requiere de tecnología y medios, que tienen un coste que se debe contemplar en el análisis de viabilidad económica del proyecto.
Actualmente se tiende a aprovechar no solo los recursos principales de la explotación, sino cualquier sustancia secundaria susceptible de ser utilizada en las industrias transformadoras de metales y en la manufactura de productos tecnológicos. Asimismo, se procura la valorización de los estériles de mina para su utilización como áridos, creando así una minería circular en la que los residuos generados tienen un uso, y se minimiza el volumen de desechos de la actividad. Dichas sustancias forman parte de los materiales que usamos a diario: gafas, ropa, vivienda, coche, tecnología, papel, bolígrafos, bien como componentes esenciales o como materiales de carga.
García admite que la minería puede generar emisiones de polvo y ruido, pero son temporales. Con las medidas preventivas adecuadas (pantallas sónicas, riegos, etc.), tienen efectos tolerables. Son numerosos los ejemplos de coexistencia de la actividad minera con la nidificación de aves y cohabitación con mamíferos de distintos tipos. En zonas como Salamanca y Ávila se imputa a la actividad mineras el generar emisiones radiactivas, cuando la realidad es que las emisiones de radón por encima de los niveles de otras zonas de la Comunidad tienen su origen en el sustrato geológico granítico de dichas zonas, sin que la actividad minera contribuya de forma significativa a dichos niveles de ra- diación: “Si los proyectos están bien ejecutados, no tienen por qué producir efectos negativos para la salud. Hay que hacer las instalaciones adecuadas y que, cuando cierren, no dejen rastros negativos”. Hay que dejar atrás los bulos interesados sobre los efectos negativos de la minería, creados desde la ignorancia. “Se dicen cosas tremendas”, afirma García. Este experto de la Dirección General de Minas estima que la ganadería y la agricultura pueden coexistir perfectamente, porque la minería tiene un impacto temporal: “Cuando termine su trabajo, la zona puede recuperar el uso tradicional u otro uso alternativo, por ejemplo, relacionado con el ocio, o ser utilizada para el asentamiento de parques eólicos o fotovoltaicos, que dan continuidad a la generación de ingresos económicos en la zona, que además aprovecha la mano de obra cualificada y las infraestructuras de servicios que se crean en torno a la actividad minera. No conozco ninguna actividad minera en la que el suelo no sea recuperable”.
En el proyecto ESMIMET se propone también que se desarrollen alternativas de energías renovables (instalaciones de placas fotovoltaicas y aerogeneradores) para el abastecimiento de los consumos de energía de las minas, y que sigan activos después del cierre de la mina, creando empleo estable y cualificado. Se proponen vehículos eléctricos para los desplazamientos del personal. Ya disponen de una variada gama de productos con autonomía suficiente para la jornada de trabajo e incluso existen prototipos de maquinaria pesada en la que se sustituyen los motores diésel por eléctricos, con lo que ello supone de reducción de emisiones de dióxido de carbono y disminución de ruido.