En un contexto en el cual la innovación e investigación tecnológica representan elementos fundamentales para el progreso, son muchos los visionarios que buscan transformar sus conocimientos en proyectos de impacto real en la sociedad. Entre estas iniciativas se encuentra TRL+ (Technology Readiness Levels), un proyecto que pretende irrumpir las barreras entre el mundo empresarial y académico.
Luis Antonio Morro González, fundador y CEO de esta empresa, descubre cuál ha sido la fuerza impulsora para la creación de este proyecto y la misión fundamental de esta compañía para transformar escenarios de investigación en empresas de triple impacto.
¿Cómo surgió TRL+?
Lo he contado en mil y una ocasiones, pero siempre que lo hago, me asombra algo y eso es «que una idea tan natural, estuviese tapada por convencionalismos durante siglos y que justo tuviese que llegar alguien disruptivo al seno de una institución tan potente como la Universidad, para no entender y no aceptar (quizás esto sea lo más disruptivo). ¿Por qué tanto conocimiento procedente de la investigación se quedaba encerrado en cajones, debajo de la mesa de los equipos de investigación en forma de papers y jamás viese la luz?». Estaba claro que no era un problema de recursos, capacidades, o de interés en la aplicación e incorporación de los avances de las investigaciones en la sociedad o falta de avidez de las empresas por contar con ello. ¿Cómo era posible que la transferencia no fluyese entonces? La necesidad en descubrir el motivo me llevó a una primera reflexión y forma de abordar el reto que desarrollé en la praxis tal como cuento a continuación:
En el año 2021, la UPV me confió «a mi riesgo» la oportunidad de tomar contacto con un centro de investigación, quizás el más avanzado del mundo en su disciplina, que habían desarrollado una tecnología que durante los últimos 15 años estaba llevándose todos los reconocimientos académicos a nivel internacional, pero que nunca había sido pensada y preparada para convertirse en una empresa. Desde el primer día que tomé contacto con el equipo de investigadores del Pattern Recognition and Human Language Technologies (PRHLT), me enamoré de ellos como personas (brillantes y sencillas y complejas al mismo tiempo) y de su tecnología (impresionante) que podía cambiar el paradigma de la Humanidad. Yo para ellos era un tipo raro, que hablaba de cosas que ellos no entendían «MVP, Business Plan, Early Adopters, Investors, etc.» y yo no entendía nada de «algoritmos, redes neuronales profundas, Machine Learning, IA, etc.», pero ante la paradoja inicial me pregunté cómo nadie había conseguido o propuesto lanzar una empresa basada en esos avances.
En plena pandemia desde marzo de 2020 hasta diciembre del mismo año, en lo más duro y con las restricciones ya de sobra conocidas, estuvimos trabajando ellos y yo denodadamente (por videoconferencia) para llegar a: conocernos, convencernos de la esencia, de la forma y de los principales objetivos que teníamos que alcanzar juntos como equipo para poder romper esa falta de dinámica que estaba instaurada entre el mundo académico y el mundo empresarial y que se basaba en pilares tan sólidos como: la falta de confianza entre investigadores y empresa, la falta de identificación en la motivación de ambas partes por colaborar, la falta de fomento del concepto transferencia en la cultura universitaria, la falta de viabilidad y credibilidad que impide que los mecanismos que están instaurados para que la colaboración entre empresa y universidad sea eficiente (en identificación de los objetivos, plazos y resultados)
En unos meses (verano de por medio), nos fuimos implicando más y más como equipo, aunque manteníamos la distancia y el respeto. Nos propusimos constituir Transkriptorium AI, SL y lo conseguimos (por cierto nos conocimos todos los socios en persona, por primera vez, el día de la firma con el Rector y el Notario en la UPV). Algo bien habíamos hecho juntos, dos mundos tan poco convergentes se implican totalmente convencidos de la oportunidad de lanzarnos al mercado.
Pero mi asombro se multiplica cuando, de inmediato, se me acercan dos grupos de investigación más de la misma universidad y me dicen «Luis, conocemos lo que has hecho con Transkriptorium y nos gustaría que también nos ayudases a desarrollar nuestra spin-off«. De pronto, sentí que las minas del Rey Salomón, se abrían ante mí y que tanta riqueza, tanta investigación, estaba presta a salir a la superficie y yo sabía que debía ayudar a que eso pasara (de ahí el origen de la definición de nuestra profesión «Minería Tecnológica»). Tan rápido como me di cuenta de ello, fui consciente de que yo solo no podría encargarme de una tarea tan importante y decidí rodearme, como siempre, de personas que son más inteligentes que yo, con las que estaba seguro de que podríamos desarrollar un sistema eficiente para conseguir que la transferencia, fuera algo «artesanal y sistemático al mismo tiempo», acudí a aquellas personas que hoy son mis socios cofundadores en TRL+, que tardaron milésimas de segundo en ver la oportunidad y que hoy son el motor de este proyectazo y desde entonces en este proyecto recibimos además a todos aquellos y aquellas que deciden sumarse.
¿Cómo TRL+ trabaja en la transformación de proyectos de investigación en empresas de triple impacto y cuál es su misión fundamental en este proceso?
«Minería tecnológica, traductores, constructores de puentes…» estas son diferentes acepciones que tomamos en la definición de nuestra función. Sabemos que los investigadores son, en general, «seres de luz» que desean proyectar sus avances en la vida de sus congéneres y para ello tienen que cruzar al otro lado, es decir al «mundo empresa de una manera consciente y confortable acompañada de un socio que les va a complementar en sus capacidades en el área empresarial, que se va a implicar en el proyecto, no como un consultor, sino como un guía que sabe cómo vivir al otro lado». Nosotros hemos de cuidar que los investigadores no pierdan forzosamente en este proceso, la esencia de lo que más les motiva en la vida, seguir investigando, por lo tanto, nuestra obligación es conseguir que la transferencia se dote de valores que ellos admiran que son lo que dictan los proyectos de triple impacto y que se vean pertrechados por un socio en el que confiar. Para ello, una premisa de salida de nuestros proyectos «TeReaLizados» es que la mayoría de las participaciones y el peso en el Consejo de Administración esté claramente del lado de los Investigadores.
Uno de los valores fundamentales de TRL+ es la ética en la innovación. ¿Cómo asegurar que los proyectos que apoyáis cumplan con los estándares éticos y de sostenibilidad, y cuál es vuestro criterio a la hora de seleccionar proyectos?
Para los socios de TRL+, el 50 % de la motivación para abordar este proyecto viene de la determinación por hacer las cosas de «otra manera», muchos de nosotros venimos de ocupar puestos muy relevantes en empresas multinacionales o bien hemos previamente emprendido en otros proyectos, «no sabemos tanto lo que queremos hacer, pero sabemos muy bien lo que no queremos hacer». No hay más que leerse nuestro Código Ético, para entender que no es un formalismo, es un axioma en nuestra forma de hacer las cosas. No buscamos el lucro por encima de la transferencia efectiva, nos gusta la gente comprometida con la sociedad, al tiempo que somos muy conscientes de que solo los proyectos éticos serán los que conformen nuestro portafolio. Curiosamente en la mayoría de los casos, los criterios se fundamentan, no solo en las tecnologías como tales, sino en la bondad de los investigadores que desean aportarlas al uso por parte de los ciudadanos. Está claro que esto nos aleja de los criterios que utilizan los fondos de inversión y los intereses de las consultoras, pero no de la eficiencia de los proyectos que ponemos en marcha.
Estamos creando una red de advisors que han de velar precisamente porque estos valores se prodiguen en nuestras acciones presentes y futuras. Son personas de reconocido prestigio y solvencia en el mundo empresa y en el universitario (incluso pretendemos crear un consejo de niños, que nos lean la cartilla sobre qué es lo que ellos quieren recibir en su Mundo futuro desde nuestra aportación) En TRL + al igual que las aves, nos identificamos por la forma de volar, cuando reconocemos que volamos igual que otros, nos unimos a ellos y formamos una piña que tiene la determinación por llegar muy lejos, pero que lo más importante es generar un sistema que beneficie a la sociedad en todas y cada una de sus proyecciones sobre la ciudadanía, para que esta se sienta propietaria y consciente de que «esta forma de innovar sí que me gusta», por ello nuestro lema es «Own the Innovation».
La democratización del acceso a la innovación es un objetivo clave para TRL+. ¿Cómo estáis trabajando para aseguraros de que esta innovación llegue a todas las partes de la sociedad, incluyendo a aquellos que históricamente han estado alejados del ecosistema innovador?
La sociedad hace un gran esfuerzo, desde hace centenares de años, procurando mediante el pago de impuestos, que las universidades formen el talento, generen beneficios tecnológicos mediante la investigación.
Si la investigación se queda en un cajón, eso no genera riqueza, todos nuestros impuestos se habrán consumido para nada. El esfuerzo por abrir el cajón, limpiar, sacar a relucir esos avances y llevarlos a la sociedad es nimio en comparación con el coste de generarlo.
La sociedad debe y la universidad está determinada a que todos esos esfuerzos, acaben generando riqueza en forma de empresas, puestos de trabajos cualificados, sistemas económicos más robustos e independientes de los recursos naturales, o del turismo y, por lo tanto, eso genera inmediatamente la capacidad de recaudar más impuestos que retroalimentaran a la universidad para la formación de más talento y la generación de más avances. Estamos ayudando a que se cierre el círculo virtuoso.
Por lo tanto, nuestro sistema no supone un esfuerzo para la sociedad, sino que lejos de ello permite que el dinero ya invertido y perdido que supone una patente encerrada en un cajón, se reactive y comience a generar riqueza que se extrae del reciclado de las inversiones en innovación «no potenciadas».
Las instituciones deben ayudar a que este sistema autogenerativo llegue a todos los lugares, porque el talento no tiene denominación de origen y puede fluir sin fronteras.
El enfoque de TRL+ está en proyectos de DeepTech. ¿Qué desafíos específicos enfrentan estos proyectos y cómo TRL+ los aborda para llevarlos al mercado con éxito?
Salud, AI aplicada a un mejor conocimiento, monitorización y control de nuestro entorno, potenciación de la cultura, biotecnología que nos permitan vivir en un mundo más seguro y más sano. Sistemas de comunicación seguros y eficientes y cualquier proyecto que nos parezca interesante, está dentro de nuestro scope. Somos agnósticos a la hora de evaluar y tomar el reto de implicarnos en una nueva empresa y en un alto porcentaje apostamos por las capacidades de los equipos.
Otra de las grandes decisiones es no solamente trabajar en proyectos tecnológicos sustentados en el TRL (Technical Readiness Level), sino en el BRL (Business Readiness Level) es decir. ¿Cómo de cerca está la tecnología desarrollada de cubrir necesidades de la sociedad en el corto plazo?, si el BRL es bueno, tenemos ya suficiente punto de anclaje como para lanzar un proyecto «Sostenible, sólido y solvente», a partir de ahí analizaremos y edificaremos un ramp-up tecnológico que vaya también siendo asumido (comprado de manera rentable) por el mercado. La autosuficiencia, independencia y viabilidad de nuestras empresas, nos garantiza la hegemonía de nuestra estrategia innovadora, por encima de lo que son otros objetivos empresariales, comunes en otro tipo de empresa.
Finalmente, ¿cómo visualiza TRL+ el futuro del tejido empresarial español y europeo a medida que continuáis apoyando proyectos de investigación y empresas de triple impacto?
Una sociedad que recibe transferencia de manera continua, eficiente y con apenas esfuerzo añadido, está forzosamente abocada a ser diferente del resto de sociedades en las que la transferencia no exista o sea mínima y desarrollada con gran esfuerzo y un elevado riesgo a fracasar.
Cada vez que un sistema de minería tecnológica, recoja el oro de los cajones, enterrado a apenas un metro de la superficie y lo prepare para que se transfiera como valor al sistema open innovation, estará ganando muchos enteros frente a otras sociedades que sigan enterrando sus impuestos bajo las mesas de los investigadores.
España, Europa en general, Latinoamérica, no tienen un sistema de transferencia efectivo, en absoluto. La recuperación de ese GAP con respecto a otras sociedades como la anglosajona o la asiática, a tan bajo coste es un factor de dinamización no solo puntual, sino continuo que no podemos dejar «apagado» por más tiempo.
En definitiva, iniciativas como TRL+ surgen con el objetivo de convertirse en una base esencial para el futuro del tejido empresarial español y europeo. Desde la perspectiva de Luis Antonio Morro esta compañía se mantiene comprometida con la ética en el ámbito de la innovación y la democratización de la tecnología, prometiendo una transferencia de conocimientos fluida y sin ningún tipo de obstáculos, permitiendo a la sociedad beneficiarse de los distintos avances tecnológicos.