—Me llamo Fernando, no Gonzalo.
—Ay, es verdad, lo siento. Ahora sí que ya no se me olvida…
Se podría decir que Gonzalo Fernández y Fernando González Nohra son la misma persona. O que este último es la personificación de Gonzalo Fernández en esta tierra. Es posible, qué duda cabe… Sobre todo para aquella mujer con la que el autor salió unos años y con quien siempre mantenía esta misma conversación.
En realidad, pese a que hay ciertas marcadas similitudes entre uno y otro, como que ambos estudiaron derecho y renunciaron a él, y que los dos tuvieron que atravesar periodos comatosos a causa de sendos accidentes de tránsito, no son la misma persona.
Pero se conocen tan bien que Fernando González Nohra escribió sobre Gonzalo sus dos primeras novelas (Por favor no empujen, 2007, y Carroñero, 2010) publicadas en España. Después de aquello, partió para el Perú, país donde ejercería la docencia por varios años y publicaría un libro de relatos (Una cura para el cura y otras formas de morir, 2014) y una novela negra (Con sumo placer, 2019), dejando convenientemente a Gonzalo Fernández en paz y ocupado en quién sabe qué cosas durante un tiempo.
Posteriormente, el autor volvió a España, un par de meses antes de la pandemia. Y es a propósito de este escenario que presenta junto a Editorial Quadrivium Bajo mínimos, texto del que se ocupan las siguientes líneas.
Se trata de una novela corta, honesta, que sin alardes ni mayores pretensiones huye de lo políticamente correcto y de los dictados de la moda. Es, a su vez, una fotografía de la realidad actual y del mileurismo pospandémico español, la última en la que (casualmente y muy a tiempo) aparece Gonzalo Fernández como protagonista y con la que, junto con Por favor no empujen y Carroñero, el autor conforma su «trilogía del superviviente«. Y es que, en el fondo, Gonzalo no es más que eso, un superviviente que, pese a todo lo que le pueda caer encima, siempre se las arregla para conservar ese humor socarrón tan suyo que, sin que tenga plena conciencia de ello, se configura como su antídoto natural para el infortunio. Disparando contra todo lo que se mueva, el argumento de Bajo mínimos se apoya en las vicisitudes por las que tiene que atravesar un escritor sudamericano en medio de la nueva normalidad para conseguir y mantener un trabajo, por insignificante y precario que sea, que le permita escribir con un mínimo de tranquilidad la novela distópica cuyos preceptos lo han atormentado por años y que se asemejan bastante a lo que se vivieron durante el confinamiento.
Así, cualquier semejanza con la realidad es pura consecuencia.